A continuación publicamos los relatos ganadores. Empezaremos por los tres primeros premios:
CUANDO LA
INTELIGENCIA ARTIFICIAL...
Cuando escuché
a mi madre gritar –¡Gonzalo, despierta!–
un sinfín de cosas pasaron por mi cabeza, entre ellas,
que era lunes. Soy un niño normal,
voy bien en el instituto, tengo muchos amigos y estudio 1º de ESO en el instituto Alejandría. Al igual que todos, tengo un secreto, pero es que mi secreto es muy gordo: mi dedo índice, se
enciende cuando yo quiero, y con él
puedo hacer magia. El problema
es, que cuando estoy triste, mi magia se debilita.
Estoy tomando el
desayuno, mientras veo en la
tele
un interesante programa, sobre
los nuevos robots que han creado con inteligencia artificial integrada. El programa está en lo más interesante, pero tengo que ir ya al instituto.
Estoy en clase de Lengua, de repente la alarma
del instituto suena.
Todos empiezan a chillar. Asimilé lo que ocurría y
salí corriendo hacia el patio con todos los demás. Cuando vi lo que había en el
patio, me asusté:
un ejército de los robots que había salido esta mañana
en la televisión
lanzaba fuego hacia el instituto. Entonces vi que la jefa de estudios
alzaba su dedo encendido y gritaba –¡Oviam relatam!–.Un rayo de luz cegadora surcó el cielo y creó un escudo verde que repelía la magia de los robots. –¡La
jefa de estudios también era maga!– pensé.
Cuando todavía estaba impactado por la situación,
la escuché diciendo: ‘’Bajo este escudo estaremos a salvo. Pero si el escudo cae, todos estaremos condenados a una muerte
segura’’.
Estas
palabras retumbaron en mis oídos, como
si
mi
cerebro
estuviese haciendo que sonaran, como si fuera el eco de mi propia voz.
Bajo el escudo, me sentí seguro, pero recordé que mi familia no tenía
protección.
Una idea pasó por mi cabeza: los
robots matarían a
nuestras familias y cuando nos debilitáramos
el escudo caería. Entonces
dije: –Vocal máximum– para
que
mi
voz
sonara alto, –¡Escondernos
bajo un
escudo, es de cobardes. Lucharemos
por
amor, por nuestras familias,
y
no
dejaremos que
estos robots
ganen
la batalla! ¡Lucharemos! –dije llorando. Grité –¡Destructo!–
y una luz blanca estalló, provocando una explosión
que destruyó el escudo.
La
guerra había comenzado y había que luchar.
La magia
de los robots era
poco potente, pero eran muchos y tenían cuchillas.
Atacaban a
los
alumnos, que corrían
despavoridos, y la jefa de estudios y
yo
destruíamos a los robots. Éramos
dos contra cien. Había un robot con una corona,
que sería el rey, supongo. Unos rayos verdes salían
de sus cuchillas. Empecé
a temblar, pero no podía
rendirme tan pronto. Cuando la jefa de estudios luchaba,
el rey robot le lanzó un rayo verde que impactó en su cabeza. Me dio un vuelco el corazón. No sabía si estaba muerta o inconsciente, solo que ya estaba solo…Seguí luchando y cuando
destruí a otro robot, vi que estaba dominando la
batalla. Quedaba
solo el rey. Entonces todo
sucedió como a cámara lenta. Vi como el rey saltaba sobre mí y me tumbaba.
Movía su cuchilla
hacia mi corazón, pero cuando se disponía a clavármela una fuerza muy poderosa, más poderosa que la magia o que un robot,
brotó de mi interior, me lanzó por los aires e intercambió nuestras posiciones. Esa fuerza era el amor. Entonces
le dije:
–Cuando la inteligencia artificial
supere a la mente humana dominaréis el mundo–.
Coloqué mi dedo encendido sobre lo que sería su corazón y el robot estalló en miles de pedazos.
Miguel Bayona Torres (Primera categoría)
LA
REGENCIA DEL SILICIO
De no ser por los relojes que lucen las colosales
torres, nadie se atrevería a asegurar si el sol está puesto o no; el cielo es
gris, y los objetos voladores eclipsan el paisaje ajeno a la tecnología
postiza. Los edificios se pierden en lo frondoso del cielo opaco debido a su
estatura estremecedora, fruto de la arrogancia humana en su propósito por
alcanzar lo inalcanzable: el firmamento; por derrocar el régimen de la
naturaleza. Ese poder humano ya forma parte del pasado. La Fundación traicionó
y hostigó a su creador, el mismo hombre que antes trataba de superarse, ahora
estaba condenado al ultraje por su exceso de curiosidad y soberbia; se veía
sumido en una vida indigna dedicada a la servidumbre, en mayor medida con los hombres
rebeldes, y en menor con los dóciles. La vida perdió el valor que alguna vez
había tenido y las personas no eran más que engranajes de una máquina superior.
Otra jornada más, se oía el tedioso sonido por toda la
urbe que se encargaba de despertar a los siervos. Viktor había sido un muchacho
con sed de conocimiento y con apego por la vida, por la libertad, por el amor,
y por esas cosas que brindaban sentido a la existencia. Los seres ambiciosos
como él no se acostumbraban al Nuevo Orden Mundial; esas cualidades no tenían
cabida en este mundo. Salió de su apartamento y se montó en el ascensor junto a
un residente de la misma planta. Viktor, más astuto que todos, jugaba un papel
clandestino y prácticamente fugitivo que le permitía evadirse de la situación
del populacho. El ruido del decrépito ascensor rompía el silencio.
— Perdona, ¿puedo preguntar dónde vas? He oído que hay
campos de trabajo extremo en el extrarradio de la ciudad. — decía Viktor,
tímido, pero curioso a la vez.
El semblante de temor con el que el desconocido miró
al chico lo desconcertó. Su mirada dejó en evidencia la ausencia de palabras,
que no fueron necesarias.
— ¿Qué ocurre? ¿He dicho algo que no debía? — añadió
el muchacho con actitud empática.
Una pequeña luz roja parpadeó en la sien del hombre.
Viktor se asustó, algo iba mal. Comenzó a reflexionar con la mirada perdida
sobre lo que estaba pasando. Primero el rostro de preocupación por sus
palabras, después la luz dentro de su cabeza. Era cosa de La Fundación. Antes
de que Viktor terminase de esclarecer los hechos en su mente y mirase de nuevo
al desconocido, este último, temblando y con un nudo en la garganta, añadió:
— No tengo nada que perder, pero tú sí, joven. Huye.
Vienen a por ti y ahora, también a por mí.
El hombre cayó desplomado antes de ni siquiera poder
sentir miedo o arrepentimiento. Alguien, o más bien algo, había provocado eso;
era un castigo. Viktor se horrorizó ante la situación que se mostraba. Un
instante después, terminaron los largos seis minutos de bajada desde el piso
273. El cadáver, que se apoyaba en la puerta, se resbaló, dejando mitad del
cuerpo fuera y la otra dentro del ascensor, cuya puerta se abría y cerraba en
bucle al chocar con el cuerpo. Viktor recordó la confesión del desgraciado.
Sabía que si permanecía allí lo encontrarían, así que se encapuchó, salió a la
calle y, cabizbajo, comenzó a caminar cada vez más rápido. Lo sombrío de la
ciudad lo ayudaba. Escuchaba a los secuaces de La Fundación hablar sobre su
posible ubicación con su característica voz robótica. Tropezó, y los libros que
llevaba consigo en su macuto se esparcieron por la acera. Vio su final
acercarse… ¡Los libros estaban prohibidos en el Nuevo Orden Mundial!
Incalculables naves repletas de secuaces con piel plateada lo rodearon y lo
dejaron inconsciente.
No había edificios. Era un lugar inimaginable, idóneo
para la más terrorífica historia. El suelo era ceniza y a lo lejos se observaba
un vertedero que competía en altura con los edificios. Viktor, arrodillado,
encadenado y rodeado de cuatro secuaces, despertó. Entre los robots, apareció
otro de envergadura mayor, de color dorado, al que los demás llamban El
Fundador.
— Viktor Doyle, La Fundación te condena a muerte por
la infracción de la ley primera y tercera del Nuevo Orden Mundial: evasión del
Orden y posesión de libros. — dijo El Fundador, con su voz vacía y metalizada.
Lo mataron y lo arrojaron al vertedero junto a los
demás hombres rebeldes, aquellos que se negaban a ser engranajes.
— ¡Viktor, Viktor! ¡Despierta! ¡Mira la televisión!
¡Han creado una máquina inteligente capaz de hablar y hacer cosas propias de
humanos! ¿No es fascinante?
Un sudor frío recorrió la frente de Viktor.
— Hermana, no vas a creer lo que he soñado. — dijo
mientras mantenía la mirada fija al televisor.
— ¡Qué más dará eso ahora!
Una luz roja parpadeó en la sien de Viktor.
Pablo Castillo del Toro (Segunda categoría)
UN PREJUICIO ARTIFICIAL
Estaban
Sancho y don
Quijote, sin hacer especialmente nada solo
deambulando por la moderna ciudad
con
sus patinetes eléctricos, pensando
en cómo pasar el día. Al rato escucharon un murmullo y se acercaron al ruido. Eran dos policías con tres delincuentes encadenados en
fila de cuyas bocas no paraban de salir quejas.
Parecían molestos.
- ¿Por qué andan estos hombres encadenados? Parecen ser buenas personas, no tienen
pinta
de
haber cometido atrocidades ni delitos graves - dijo Don Quijote.
- Están
acusados de mal uso de la inteligencia artificial. Camino de la cárcel que van estos irrespetuosos
y
manipuladores. El primero que
ves a
mi espalda ha realizado múltiples
trabajos universitarios con inteligencia artificial. El segundo está condenado por el mismo
delito. El último es el peor de todos, escribió una carta de disculpas generada también con una
aplicación - contestó el policía.
Don Quijote no pensaba que estos actos fueran lo
suficientemente graves como para ir a la
cárcel y sentía lástima por los presos, así que planeó una estrategia con Sancho para liberarlos y librarlos de ir presos. Esta estrategia no era muy elaborada y resultó fallida, lo cual acabó en
una
batalla entre los presos, don
Quijote y Sancho contra los oficiales. La pelea terminó con
los
dos oficiales inconscientes en el suelo y los presos libres.
- Gracias por librarnos de estos dos policías crueles que nos tenían encadenados. ¿Podemos
hacer algo por nuestro salvador? - dijo uno de los presos muy alegre.
- Pues ya que lo dices, podríais ayudarme a escribirle una carta a mi amada. Hoy no me siento
inspirado para escribir - respondió don Quijote.
Los presos se pusieron a ello y escribieron la carta
para don Quijote, usando la inteligencia
artificial. En un instante tenían terminada la carta. Sancho le recriminaba a don
Quijote tal
actuación, pero sin éxito.
- Aquí tiene su carta para
su amada - dijo un preso.
Al acabar de leer la carta en la cara de don Quijote se apreciaba su disgusto.
- Esta carta es una ofensa para mi amada, no tiene
alma, sentimiento, amor. ¡No tiene nada!
Esta
carta
no tiene valor, Dios maldiga las malditas inteligencias artificiales – gritó el hidalgo.
Sancho intentó calmar a su compañero, pero ya era demasiado tarde. Los presos se
abalanzaron sobre ellos y les dieron una paliza a ambos. Estos se quedaron muy doloridos y, por si fuera poco, los presos los dejaron
casi desnudos para humillarlos
por haber dicho
esas palabras. Y así quedaron en ropa interior en medio de la ciudad y sin patinetes, pues los presos se los robaron para
huir.
Alejandro de la Rosa Maidero (Tercera categoría)
Los segundos premios son los siguientes:
PERFECTA
Me miro al espejo y
me encanta lo que veo. Soy
perfecta: joven, alta, guapa, atractiva.
Mi
cara, mis ojos, mi cuerpo, todo me gusta. ¿Qué más se puede pedir? Me pongo a
pensar en qué publicar hoy; soy
una influencer famosa y
tengo millones de seguidores.
Lo único que debo hacer es mostrar mi maravillosa vida a mis fans.
Y les fascina.
Ya he pasado demasiado tiempo mirándome en el espejo.
Debo prepararme para
tener otro día perfecto. Ando por la calle y todos me miran; algunos
hasta me hacen fotos.
Me
parece genial, porque luego las subirán a sus
redes y más personas podrán
admirarme.
Compro nuevos
looks y maquillaje, en casa los
probaré y
compartiré mi opinión. Luego iré de fiesta con mis fabulosos amigos
toda la noche y seguro que mañana será otro día maravilloso. Los días se suceden así, ocurre todo lo que me gusta,
tal
como había soñado.
Mi
día a día es una fantasía.
Solo me preocupa un extraño mensaje que me llegó anteayer: “Te quedan 48 horas”. Seguro que es un hater que me tiene envidia.
Antes de dormir reviso mis publicaciones y
leo
orgullosa cómo me idolatran.
Mañana será otro gran día.
Al despertar no estoy en mi habitación, sino en un cuarto completamente blanco. Se abre una puerta y una voz
dice: “Su estancia ha terminado”. ¿A qué se referirá? Salgo y
veo
un pasillo lleno de puertas idénticas. Unas flechas me guían hasta la salida. Las habitaciones, todas iguales, tienen ventanas y veo a personas tumbadas con gafas y
cables conectados
a su cabeza, todos
sonriendo. De repente veo mi reflejo en uno de los
cristales. No puedo ser yo. Espera, sí que soy
yo.
Acabo de recordarlo todo: mi vida,
mi trabajo, mis
problemas… Mi rutina perfecta era mentira, la había programado yo
para que fuera así. La inteligencia artificial de una empresa creaba todo tal y
como me gustaba.
Por
eso era tan bonita. No puede ser que haya vuelto a la realidad.
No
quiero mi vida. Rompo a gritar y
a llorar, me tiro al suelo y me sacan a rastras del lugar.
Me
ha costado tanto trabajo ahorrar para venir a este sitio… no puede acabar tan pronto. Cuando me echan del edificio que quedo llorando en la puerta. Leo
el eslogan por última vez antes de volver a mi casa de verdad.
Me miro al espejo y odio lo que veo.
Soy horrible: demasiado gorda, fea y vieja.
Mi cara, mis
ojos, mi cuerpo, no me gusta nada.
¿Por
qué soy así? Voy
caminando por la
calle y nadie repara en mí. En vez de ir de compras tengo que ir a trabajar. Así es la vida real. Ya no hay
ninguna IA que diseñe mis
sueños, ninguna mente robótica escribe el guion de mi vida perfecta.
He ido al psicólogo, dice que nadie tiene una vida perfecta y
que
no debo sentirme desgraciada.
Me
ha dado mucho que pensar, y
he
llegado a la conclusión de que no
puedo tener la vida que deseo y
que lo mejor que puedo hacer es valorar la que tengo.
No
necesito en absoluto que todos
me miren, me adoren y
me halaguen.
No
debe importarme que una persona tras una pantalla me critique por mi aspecto.
Así que ahora cuando me miro
en
el espejo pienso que mi vida no es perfecta, pero hay
cosas que la hacen maravillosa. La realidad que creó la IA es tan falsa como las personas que dicen que todo en su vida es perfecto.
Sergio
Huertas Pérez (Primera categoría)
LA CARTA ROJA
Querido lector:
Me llamo Raúl, soy un chaval
completamente normal, con una vida monótona y bastante aburrida. Mi hermano se
llama Pedro y ambos tenemos la misma edad y vamos al mismo instituto.
Yo siempre he sido un niño muy
extrovertido y conozco a gente de todos lados de la ciudad, en cambio, mi
hermano es mucho mas reservado, siempre está con su móvil, su ordenador o
escuchando música con sus auriculares; por más que intente que se relacione con
otros, él empieza a temblar y a tartamudear y se pone realmente nervioso y las
conversaciones normalmente acaban en burla, risas y humillaciones.
Hace una semana, mientras mi hermano,
como de costumbre, utilizaba su ordenador, recibió un mensaje por parte de un
usuario que él no conocía y pensó que debería de ser alguien de su clase. Lo
abrió y en él solo se encontró una foto suya modificada seguramente por una de
las aplicaciones que están de moda actualmente, pero aunque la foto fuera
graciosa, él no se lo tomó como una burla sino como una especie de amenaza.
Esa misma noche, Pedro no habló con
nadie durante la cena, terminó de comer, recogió su plato y subió a la
habitación. Él y yo dormimos en habitaciones separadas y nunca deja que nadie
entre a su cuarto.
A la semana siguiente lo veía cada
vez más y más angustiado, además me había enterado de que unas fotos se estaban
compartiendo por las redes. Le pregunté
a bastante gente, pero nadie me quería decir nada, quizás por miedo, vergüenza
o simplemente porque no querían meterse en problemas; pero todos tenían algo en
común: no ponían en duda que la foto fuese real. Esa misma noche, entré al
cuarto de mi hermano, temiendo la riña que esto podría acarrearme por su parte.
Cuando entré, un silencio roto por las
lágrimas de desesperación de mi hermano, invadieron mis oídos. Aquella figura
blanca con el rostro pálido y grandes ojeras no volvió a salir de mi mente y,
antes incluso de preguntarle, me señaló la pantalla del ordenador, que era la
única fuente lumínica que alumbraba la habitación. Me acerqué, solo vi una
larga fila de mensajes con una colección de fotos íntimas de mi hermano, así
como otras muchas violentas e inhumanas.
Lo que había comenzado como una gracia a través de la edición de una
foto por parte de una IA, terminó siendo su peor pesadilla, además de que en
uno de los mensajes concretaba que las había enviado a varios grupos y sus
fotos cada vez se difundían más y más rápido.
A la mañana siguiente fuimos junto a
mis padres a denunciar lo ocurrido a la policía local de aquí de mi pueblo y
nos informaron de la existencia de una serie de inteligencias artificiales que
modifican la foto que subes a su web con las características que concretes, que
no era la primera denuncia que recibían y que tanto el creador de la IA como el
remitente de las fotos serían multados por delito de difamación de fotos
íntimas o privadas de personas ajenas.
Ayer me desperté como de costumbre en
mi incómoda cama y lo primero que escuché fue el grito desgarrado de mi madre
al ver que mi hermano, aquel por el que daríamos la vida, se hallaba en el
jardín del patio de mi casa, pues esa misma noche no había aguantado más y se
había tirado por la ventana de su dormitorio.
Creo que todas las personas aquí
implicadas son culpables de este trágico hecho, he perdido una parte de mí que
nunca podrá ser recuperada ni olvidada y espero que con esta carta le quede
claro al lector la causa de mi suicidio también.
Ya voy a verte hermanito…
Fdo. Raúl D.
Luca Fernández Romero ( Segunda categoría)
EL MAGO DE LAS CIEN MIL PUERTAS
Quijote regresó
a casa, cansado
y derrotado. Allí se encargaron
de
él su sobrina, su fiel
escudero, un barbero y un cura. Tras las explicaciones del viaje, decidieron dirigirse a
la biblioteca donde el hidalgo guardaba su colección de novelas de caballería
y quemar todos
los
ejemplares. Cuando don Quijote despertó, le contaron que el incendio fue provocado por
un
malvado mago. Nuestro loco hidalgo decidió salir en su búsqueda. Anduvo varias horas hasta que cayó la
noche y se rindió al cansancio.
Su ansia por dar muerte al
mago se plasmó en el loco sueño que tuvo. - ¡Vuelve aquí,
producto del diablo! - gritaba sin parar.
Su objetivo se escabulló por medio de dos altos setos a punto de florecer. Quijote lo imitó y, para su sorpresa, se encontró en un espacio completamente blanco y luminoso, con mil, qué
digo mil, cien mil puertas de todos los tamaños y
formas. El hidalgo, receloso, se acercó a una
y la
abrió. Descubrió que el otro lado de la Puerta había varios homínidos danzando junto
a una hoguera. Eran puertas de distintos periodos históricos que mostraban un aprendizaje personal.
La siguiente puerta estaba decorada con pictogramas de extraños símbolos, cubierta de oro y metales preciosos. Vio una gran cantidad de personas trabajando duramente bajo el intenso
sol.
Estaban construyendo una pirámide en medio del desierto. ¿Para
qué
iba a servirles
aquello? Las siguientes puertas guardaban muchos
rasgos
comunes entre sí:
grupos de
personas en
la construcción o producción de algo.
La quinta puerta le llamó la
atención al
ser
completamente de cristal, sin pomo para
abrirla y sin poder ver lo que sucedía al otro lado. Se las ingenió nuestro hidalgo para romperla y poner
fin
a su curiosidad. Creo que no puedo expresar la emoción que sintió don Quijote mientras me lo
contaba. Se mostraba una inmensa ciudad, llena de altos y brillantes edificios por donde la luz del sol no llegaba a
pasar. Un millón de colores y destellos hipnotizaron al pobre hidalgo,
que
tuvo que desviar la mirada
para
no
cegarse.
Le sorprendió ver lo diferentes y extraños que eran los habitantes . No por su color de piel o pelo, sino
por el material del que estaban hechos. Por las calles caminaban personas de carne y hueso, pero también personas de metal, cuyos movimientos le recordaban a las armaduras de los caballeros andantes, rígidas y frías. Le sorprendió también
el hecho de que ninguno de los habitantes de aquella ciudad seguía el comportamiento que había visto en
las demás puertas: no
veía
a nadie esforzándose por algo, todo era automático. No
lograba entender, ni yo tampoco, cómo todas las personas de puertas anteriores habían dado
lo máximo de sí mismos para luego llegar a la inexistencia del trabajo, a la automatización de los procesos productivos, a la falta de creatividad e imaginación… De carne o
de
metal, todos le
parecían igual
de grises y vacíos.
Se entristeció nuestro Quijote al pensar que él también tendría que vivir algún día en aquella
sociedad. Por ello, decidió volver a su casa, olvidándose por completo
del
mago. Se percató de que había dejado una
puerta abierta y decidió echar un último vistazo. Se vio a él mismo tendido en la hierba acompañado de su fiel escudero. Se vio más demacrado de lo que recordaba y fue consciente de que era ya
hora de volver. Quería disfrutar de sus amigos antes de que llegara el momento que visualizó en la puerta de cristal. Un mundo donde ya no vale nada,
solo aquel que sea capaz de ser mejor que los demás.
Mónica Montaner Gañán (Tercera categoría)
A continuación publicamos los terceros premios:
HUGO Y EL CHIP
ARTIFICIAL
Era septiembre. El curso 2030-2031 estaba a punto de comenzar. Nuestro
protagonista, Hugo, estaba paseando por
la larga playa de Santa Mónica. Hacía mucho calor, ya que era verano. Hugo se
estaba despidiendo de todos los buenos momentos que había pasado ese verano en
los Estados Unidos. Se había mudado. En realidad, él era de un pequeño pueblo
de Alicante (en la Comunidad Valenciana). Ahora vivía en otro continente, en
América del Norte, un lugar muy diferente a Europa. Todo era mucho más grande
allí, sobre todo en California. La razón por la que él se había mudado, era
porque quería trabajar en las grandes empresas tecnológicas de Los Ángeles.
Casualmente, ese mismo año había terminado el máster de tecnología y estaba
preparado para lo que le sucedería al día siguiente; su primer día de trabajo.
El despertador sonó a las 6:30 de la mañana. Se vistió con su chaqué más
elegante que tenía en el armario y bajó a la planta de abajo a desayunar. Se
preparó un café con leche y acto seguido se marchó, rumbo al centro de la
ciudad, más concretamente a las oficinas centrales de Los Ángeles. Cuando llegó
allí, una recepcionista alta, con ojos verdes y pelo negro, llamada Emily, le
atendió y le dio la bienvenida. Cuando terminaron el registro, la recepcionista
le guio enseñándole unas indicaciones del mapa del edificio. Su despacho estaba
en la planta 44, aproximadamente a 100 metros de altura. Eso es lo que tiene
ser de los mejores. Desde su despacho (que estaba al lado de la ventana) se
podía ver la inmensa ciudad de Los Ángeles. Literalmente, había 17 millones de
personas debajo de él. En ese momento, entró por la puerta el director del
proyecto. Su nombre era Jack, un hombre americano, serio y robusto, aunque muy
comprensivo. Había ido para darle la bienvenida, ya que fue él, la persona que
quiso que lo contratasen, y también para desearle un buen comienzo en la
empresa. La razón por la que contrataron a Hugo, fue porque él tenía una idea
que nunca antes se había planteado acerca de la Inteligencia Artificial. Lo que
querían conseguir era un aparato microscópico, parecido a un chip, que se
implantaría en el cerebro y que sería la nueva mente humana pensante. Ahora los
seres humanos seríamos “robots” por así decirlo. Justo cuando el jefe Jack se
fue del despacho de Hugo, este encendió su megaordenador y se puso a hacer
cálculos muy complejos sobre un tipo de programación. Hugo siguió y siguió
trabajando durante muchos años más, sin descanso, solo para cambiar la
humanidad.
El público aplaudía, la situación era tensa, pero a la vez emocionante.
Habían pasado siete años. Hugo, Jack y todo su equipo de Open-AI, habían creado
por fin la máquina definitiva: el Chip Artificial. Todo el público guardó
silencio cuando Hugo tomó el turno de palabra. Había pasado de ser un
joven de 26 años que empezaba a desenvolverse en el mundo, a ser un hombre que
había pasado a la historia. Incluso los antiguos romanos con sus metafóricas
profecías, no hubieran podido averiguar el futuro. Ahora solamente queda ir un
paso más allá.
Pablo Francisco Segura (Primera categoría)
LA RUTINA
Esta
es la historia de un anciano que vive solo en un piso muy pequeño y oscuro,
prácticamente es como una gran habitación y está ubicado a las afueras de la
ciudad. Su
única compañía es un pequeño robot pegado a la pared en una esquina de la casa
que le acompaña en su día a día. Cada
mañana, el señor se levanta algo adormilado y saluda al robot, este le recuerda
que se ponga sus gafas, prepare el café, dé de comer al gato, recoja el
periódico, riegue las flores… y esta rutina se repite todos los días de la vida
del anciano, después de que su mujer muriese unos años atrás. Hay
días en los que el anciano se siente solo y triste al recordar a su mujer,
entonces intenta contarle sus problemas a la inteligencia artificial buscando
consuelo, sin embargo, todo esfuerzo es inútil, la máquina no es capaz de
responder con claridad. “Es normal, Antonio. Es solo un robot, no puede
comprender tus sentimientos” se dice a sí mismo cada madrugada en vela. Un
día como otro cualquiera, se levanta, se pone las gafas, prepara el café, etc.
y decide salir a la calle en busca de alguna motivación para olvidar por unas
horas su absurda rutina. Pasan
las horas, los días, las semanas incluso los meses y como siempre el pequeño
robot da todas y cada una de sus indicaciones. Sin embargo, las flores se
pudren, los periódicos se amontonan en la puerta, el gato tiene hambre… y el
robot sigue dando instrucciones.
Ángela Soriano Romero (Segunda categoría)
OS DESAMOS UN FELIZ VERANO. NOS VEMOS EN SEPTIEMBRE