Final del curso 2024-2025. Ganadores del XVII Concurso de Relato Breve IES Hipatia


 Un nuevo curso está a punto de finalizar. Para celebrarlo os mostraremos el fallo del jurado de la XVII edición del Concurso de Relato Breve IES Hipatia y publicaremos los relatos ganadores. Además os mostraremos un recorrido por todas las actividades realizadas este año en nuestra biblioteca ¡Comenzamos!

XVII Edición

Certamen Literario de Relato Breve y Microrrelato

 “Hipatia”

Curso 2024-25

ACTA DEL FALLO DEL JURADO

 

Tras la valoración del jurado del XVII Certamen Literario de Relato Breve y Microrrelato “Hipatia y habiéndose reunido el Equipo de Biblioteca el 23 de abril de 2025, se ha resuelto otorgar los siguientes premios:

CATEGORÍA 1: 1º y 2º ESO

1er premio

Relato: 0,1% de probabilidad

Autor: Bruno Álvarez Fernández

Nivel y grupo: 2º ESO D

2º premio

Relato: Todos somos todos

Autor: Miguel Bayona Torres

Nivel y grupo: 2º ESO D

3er premio

Relato: Cinco minutos más

Autor: Rodrigo Naranjo Ustarroz

Nivel y grupo: 1º ESO E

 

CATEGORÍA 2: 3º y 4º ESO


1er premio

Relato: La vida soñada

Autora: Nora Enríquez de Salamanca Machuca

Nivel y grupo: 3º ESO A


2o premio

Relato: Raíces de la memoria

Autora: Irene Pérez Martín

Nivel y grupo: 4º ESO D


3er premio

Relato: El diario

Autora: Marta  Romero Recio

Nivel y grupo: 4º ESO D

 

CATEGORÍA 3: 1º y 2º Bachillerato


1er premio

Relato: Descubriendo el fin del mundo

Autora: María Fernández Benítez

Nivel y grupo: 2º de Bachillerato A


2o premio

Relato: Cádiz, la ciudad perdida

Autor: David Benítez Villarejo

Nivel y grupo: 2º de Bachillerato A

3er premio

           Relato: Las lágrimas por la Tierra

           Autor: Máximo Madueño Mateos

           Nivel y grupo: 2º de Bachillerato A

 

 

Mairena del Aljarafe, 23 de abril de 2025.

 Agradecemos a los miembros del jurado y a todo el alumnado su colaboración y participación.

PRIMEROS PREMIOS

1ª CATEGORÍA: 1º Y 2º ESO


0,1% DE PROBABILIDADES

0,1% de probabilidades, una cifra impredecible ante el 100%. Nadie se lo explica, pero ocurrió. Sí, finalmente el meteorito improbable estalló sobre la faz de la Tierra y puso en extremo peligro a su población, la cual rozó la extinción.

Sin ser religioso puedo adivinar que probablemente, Dios votó a favor de que ese meteorito impactara contra nosotros, para hacernos saber que el futuro de la raza humana depende del cuidado con el que tratemos a nuestro planeta y a todo en torno a él. Aquí os dejo la historia, de cómo viví yo este apocalipsis, para que sobre todo las nuevas generaciones tengan la oportunidad de saber qué ocurrió exactamente.

            Pero antes, cómo no, me presento, soy Felipe, un estudiante de 15 años muy tranquilo. Vivo en un pueblo pequeño rodeado de campo en la provincia de Cádiz. Aunque también tengo la playa cerca, no suelo ir, ya que vivo únicamente con mi abuela, tras haberme quedado huérfano al haber perdido a mis padres en un accidente de tráfico. Todavía me siento culpable y cuando lo pienso siento un terrible dolor en el pecho. Murieron todos: mi madre, quien siempre me daba los mejores consejos; mi padre, quien siempre conseguía levantarme los ánimos; y el ciervo contra el que nos estrellamos. Pero una parte de mí, me pide que resista, porque todavía queda algo, por pequeño que sea, aquí en vida, por lo que merece la pena luchar: mi abuela Juana, mis amigos Rodrigo y Peter, etc. Aunque desconozco hasta cuándo podré seguir aguantando.

            En el pasado, vivía en una gran ciudad junto a mis padres, en Algeciras, que, a pesar de ser un poco fea en algunos aspectos, yo solo tenía la capacidad de ver todo lo positivo, que en ese entonces era mucho.  Allí vivían algunos de mis antiguos mejores amigos, los cuales me prometieron que siempre me enviarían cartas, aunque terminaron olvidándome poco después de mudarme.

            Esa noche, me encontraba yo en el salón de casa con mi abuela. Vivíamos en una casa pequeña, pero acogedora. Me sentía un poco más feliz de lo normal porque mi abuela había preparado una cacerola llena de macarrones con chorizo, mi comida favorita. Iba ya por el segundo plato, cuando decidí dejar el móvil y sentarme en el sofá con mi abuela para acompañarla a ver las noticias sin prestarles mucha atención, porque ya suficientes tragedias tenía mi vida. Una en concreto captó mi atención. Había caído un minúsculo meteorito en el campo de al lado del pueblo y se rogaba que no se acercaran a él a menos de ser miembro del equipo de investigación de Madrid, que llegaría en dos días.

            A la mañana siguiente mi abuela, que era muy religiosa, se dirigió a la iglesia para rezar por lo del meteorito. Yo puse rumbo al instituto con mi amigo Rodrigo por un atajo que muy poca gente conoce a través de callejones algo oscuros. Por el camino, no vimos nada extraño, salvo un vecino tirado en el suelo, pero no nos alteramos ya que se trataba de un vecino que solía emborracharse.

            Durante la mañana, no me acerqué a nadie debido a que la mayoría de la gente mostraba síntomas de alguna enfermedad. Por ese motivo, después del recreo a mediodía se cancelaron las clases. Rodrigo y yo aguardamos escondidos en el baño hasta que todo el mundo se hubo ido para no correr el riesgo de contagiarnos.

- ¿A qué crees que se debe todo esto? -preguntó Rodrigo.

 -No lo sé. Será pura casualidad al igual que lo del meteorito. -opiné.

-Puede ser -mencionó él- aunque tiene pinta de que se trata de algo más grande. Durante toda la mañana he oído desde lejos conversaciones que contaban casos paranormales sobre bastantes personas. Quizá no sea pura casualidad…

Me quedé en blanco.

-Bueno, creo que ya deberíamos marcharnos. Se hace tarde. -dijo rompiendo el silencio-

-Tienes razón. Estoy preocupado por mi abuela – dije.

A las pocas calles recorridas, Rodrigo y yo nos separamos ya que él iba hacia su casa y yo a la iglesia local. Cuando llegué a mi destino no podía creer lo que veían mis ojos: un montón de zombis (incluido el hombre inconsciente que vimos camino al cole) intentaban acceder a la iglesia mediante violencia a pesar de que estuviera bloqueada desde el interior, como si fuera de película. Tuve una idea. Lancé una piedra lejos para que los zombis se apartaran de la puerta por unos instantes, los que yo aproveché para asomarme por la ventana. Rápidamente todo el mundo se fijó en mí. No sabía bien qué se rumoreaba dentro, lo único que sabía era que al parecer todos se negaban a abrirme. Todos excepto mi abuela que se encontraba arrodillaba frente al altar rezando, hasta que se percató de mi presencia. En ese momento, mi abuela corrió a tal velocidad que parecía que le persiguiera un camión. No pude evitar reírme a pesar de tener una manada de zombis hambrientos que venían a devorarme. Mi abuela se recuperó al instante y llegó justo a tiempo para abrirme la puerta, empujarme hacia dentro y volver a colocar el banco de madera que bloqueaba la entrada.

-Gracias a Dios, todo este tiempo rezando ha dado sus frutos-balbuceó mi abuela- ¿te encuentras bien, te han hecho daño?

-Sí, sí. Mejor que nunca-contesté- ¿Y tú? Nunca te había visto correr así.

-Hay muchas cosas que no sabes de tu abuela, hijo – dijo después de recuperar el aliento. Pero lamentablemente no he salido intacta, me ha dado un tirón en la pierna-confesó-así que no sé quién irá al teléfono fijo de la comisaría a informar de nuestro estado a la policía. Todos los aquí presentes son unos cobardes.

- ¿No hay otro modo de pedir ayuda? -pregunté aterrado.

-No, es la única solución posible. El teléfono de la comisaría es el más cercano operativo. Los nuestros no tiene cobertura. El número de emergencia está colapsado y el cable del fijo de esta iglesia se ha roto. Solo nos queda resistir hasta que lleguen los madrileños.

Pero yo no me iba a quedar de brazos cruzados. Así que por la noche salí y me encaminé hacia la comisaría. Sinceramente, el interior de la iglesia tampoco parecía tan seguro ya que la gente se peleaba por la poca agua y comida que quedaban y algunos se encontraban enfermos. Por eso estaba preocupado y a la vez sediento ya que no pude conseguir una botella de agua y la del grifo estaba contaminada.

Los zombis también dormían, por lo que pude llegar a la comisaría después de despistar a unos perros infectados que me olfatearon desde lejos.  Al entrar, me hice con las llaves y con una pistola que hallé al lado e inmediatamente me puse a buscar el teléfono. La búsqueda me conduzco hasta una sala en la que se encontraba un zombi policía esposado a una silla que se puso tan violento al verme que la rompió. Yo tenía la pistola cargada en las manos, pero mi conciencia me prohibía dispararle, así que se abalanzó sobre mi pierna y directamente le lancé el arma a la cabeza. Él retrocedió y yo cerré la sala con llave. Un rato después encontré el teléfono, y pese a sentirme mal, contacté con la policía. Acto seguido me desmayé sin poder escuchar su respuesta.

Me desperté ingresado en un hospital de Madrid. En la camilla de al lado dormía mi abuela. Al parecer había logrado morderme el zombi de la comisaría y mi abuela se desmayó cuando desaparecí de la iglesia. La plaga de zombis se formó por los gases del meteorito, que ocasionó la mutación de mosquitos de la zona y la contaminación del agua. Murieron no solo cientos de humanos sino también miles de animales y muchísimas plantas. Los bomberos evacuaron a todos los habitantes que pudieron y dejaron el pueblo en estricta cuarentena. Para cuando llegamos al hospital ya habían descubierto la cura procedente de una especie inmune, el kiwi. Mi abuela y yo nos recuperamos enseguida y esa noche salí en la tele ya que me declararon el salvador del pueblo. Ya había acabado todo, o eso pensaba yo…

Han pasado cuatro años desde aquello. Desde ese día tengo un carácter más alegre, ya que creo que si he sobrevivido por algo será. El ayuntamiento nos concedió una pequeña casa en Madrid, aunque un año después de aquello el pueblo volvió a la normalidad. Aunque desde entonces no hemos vuelto. La abuela ya está sana y ahora de vez en cuando veraneamos en la playa. Además mi amigo Rodrigo está perfectamente y vive en la casa de enfrente. Yo creía que nada podía ir mejor hasta que llegué tarde una mañana a mi clase y vi que todos mis compañeros se mordían unos a otros, como zombis…

Bruno Álvarez Fernández, 2º ESO D

2ª CATEGORÍA: 3º Y 4º DE ESO

                                               LA VIDA SOÑADA                                                              

Tras las cincuenta llamadas de mi madre por llegar tarde, al fin bajé las escaleras, me puse la mascarilla y salí por la puerta. El camino no fue muy agradable que se diga. Corrimos mientras mi padre murmuraba y se quejaba porque  ya no nos dejarían entrar, pero yo no lo escuchaba. Tenía tantas ganas de verlo y estaba tan ilusionada que incluso me vino bien correr para llegar a tiempo. En cuanto llegamos, tras alguna mirada de los guardias, nos dejaron pasar y cogimos sitio. Entonces, sonó la música y entró un hombre con un micrófono en la mano, sonrió y comenzó a hablar.

-Buenas tardes, señoras y señores, estamos muy contentos de que estéis aquí y de  que podáis ver algo que espero os cambie la perspectiva de muchas cosas, que os conciencie y sobre todo que os haga pensar en cómo hemos llegado hasta aquí.

La gente empezó a aplaudir emocionada por lo que iba a ver.

- Bueno, bueno, ya veo que no os falta entusiasmo. Estáis a punto de ver algo muy especial, como de otro planeta, bueno, mejor dicho de otro tiempo. Esperamos que disfrutéis, muchas gracias por venir y recordad que con un mínimo gesto podéis cambiar las cosas.

Después de aquello, nadie pudo evitar levantarse de sus asientos mientras una cápsula enorme entraba por la puerta. La gente empezó a reír, a llorar e incluso unos a sentir nostalgia. Tuve que saltar y apartar a algunos para conseguir verlo. Ahí estaba y era…precioso, no podía creer lo que estaba viendo. Era de verdad, un árbol de verdad. Al verlo reviví todas las historias que me contaba mi madre por la noche antes de irme a dormir.

-¡Mamá, porfi! Quiero que me cuentes otra, solo una más.

Miré a mi madre con ojos suplicantes hasta que cedió.

- Vale, vale. Una historia más y después a dormir.

Mi madre extendió su mano y la acepté encantada.

- ¿Cuál quieres?

- Pues… ¡La del sitio con agua, con mucha agua! ¿Cómo se llamaba? -pregunté curiosa.

- La playa, cariño, y sí, es cierto que tenía mucha agua.

Se rio y comenzó a contar la historia.

 - Un día, cuando era como tú, la abuela decidió que nos fuéramos de excursión a pasar el día en familia. Cogimos comida y nos fuimos a la playa. Imagínatela como si fuera una piscina infinita con el suelo hecho de arena, pero no como la que hay fuera, no, una bonita, blanca y suave. Se podía correr en ella, jugar y un montón de cosas más. Entonces, la abuela nos llamó y, como el sol era tan grande y brillante, nos entró mucho calor. Así que nos metimos en esa piscina grande, mágica y llena de vida llamada mar.

- ¿Vivía gente allí? - pregunté sorprendida.

- No, no, otras criaturas diferentes a nosotros, pero muy especiales - dijo mi madre sonriendo.

- ¿Cómo las de las fotos que me enseñaste? -pregunté recordándolas.

Los aplausos me sacaron de mis pensamientos y la gente empezó a salir.

- Sara, venga, que la gente se va - dijo mi madre al ver que no me movía.

Había acabado la exposición y, antes de que me diera cuenta, estaba de camino a casa. Me pasé toda la vuelta pensando en aquellas historias. Mi madre me había contado miles sobre playas, bosques, ríos, selvas, flores y una cantidad enorme de especies de animales. Me gustaba imaginar lo bonito que era todo antes, ahora le faltaba…vida. Mis abuelos dicen siempre que el planeta está vivo porque nosotros lo estamos, pero sinceramente no creo que tenga mucho sentido. El planeta ya estaba vivo antes de que nosotros existiéramos. Llegamos a casa y me quité la mascarilla. Su uso era por precaución, el aire no era limpio del todo y queríamos evitar cualquier enfermedad. Las infecciones cada vez eran más graves porque, según me contó mi padre, muchas bacterias se habían vuelto resistentes a los antibióticos. El cambio climático había provocado desastres naturales tan fuertes que la vida tal y como la conocíamos se volvió cada vez más complicada. Los mares estaban contaminados por lo que a la gente dejó de ir a la playa. Subí a mi habitación y saqué todos los cuadernos que tenía guardados en el cajón de mi escritorio. Entre las historias de mi madre y los datos de mi padre, que investigaba en el CSIC, había estado escribiendo montones de ideas. Al principio, dibujaba paisajes y los coloreaba como si pudiera crearlos. Más tarde, según fui creciendo, puse ideas para mejorar todo lo que estaba pasando. No era científica, ni médica, ni nada de eso, pero tenía buenas ideas y siempre había querido enseñárselas a mi padre. Pensé que si le gustaban, podría presentar alguna en su trabajo y cambiar algo. Solamente se las conté a mis amigas y, por la cara que pusieron, decidí que no valía la pena. Mi opinión acababa de cambiar al recordar las palabras del presentador de la exposición, así que bajé al salón donde mi padre estaba trabajando y le conté cada una de ellas. Cuando terminé, mi padre no paraba de leer mis cuadernos con cara seria.

- Sara, esto es… ¡Fantástico! Tantas ideas… Es verdad que habría que perfeccionarlas y analizarlas, pero son geniales, sobre todo viniendo de una mente joven como tú. Esto demuestra que os importa lo que pasa. Esta tarde tengo que ir a la oficina, me las llevaré tras retocarlas y las presentaré. No puedo hacer que les encante, pero lo puedo intentar.

- ¿En serio?, ¡Gracias papá! - me acerqué y lo abracé sonriendo. - Entonces, ¿Mis ideas van a cambiar algo?

- Eso creo, sí, esta tarde lo sabremos - dijo mi padre abrazándome otra vez.

Nora Enríquez de Salamanca Machuca, 3º ESO A

   3ª CATEGORÍA: 1º Y 2º DE BACHILLERATO

 DESCUBRIENDO EL FIN DEL MUNDO

Suena el despertador a las seis de la mañana un 24 de diciembre y Rubén se despierta bajo las dos mantas térmicas que le dieron al llegar el mes pasado a la base de investigaciones.

“Tienes suerte de haber llegado ahora, en verano solo se necesita un par” le dijo un chico que le guiaba hasta la residencia mientras le daba las mantas. Rubén no consideraba suerte tener que pasar las navidades en la Antártida, pero el orgullo de ser el único investigador español que participaba en ese proyecto le consolaba un poco. Había trabajado mucho para ser un investigador sobresaliente y que le encargaran proyectos así.

Sin embargo, ahora, un mes después de su llegada, tras días de monótona rutina y nulo progreso, empezaba a perder la esperanza por completo.

Esta investigación en el polo sur fue iniciada para examinar un cultivo natural de microorganismos primitivos que había permanecido inactivo debido a la densidad del hielo bajo el que se encontraba. Si se conseguían examinar estos organismos, se podrían dar muchos avances en nuestra comprensión sobre la evolución. Sin embargo, en el tiempo que esta búsqueda llevaba activa, no se había conseguido ni una mísera muestra.

Rubén se levanta y estira rápidamente sus mantas sobre el tieso colchón en el suelo, escuchando el repiqueteo del fuerte viento de fuera. Se dispone a preparar sus materiales para estar listo en media hora, cuando le daban a todos los investigadores a cargo un traje protector contra el seco y frío clima. Ese día se iba a realizar una excavación de alta precisión con el objetivo de finalmente localizar y extraer una muestra de los microorganismos, la cual se estimaba que duraría unas diez horas.

De camino al punto de excavación, sentado en el lado del copiloto de una de las varias motos de nieve que trasladaban a un equipo reducido de investigadores junto con los materiales, Rubén observaba a través de los rayados cristales de sus gafas de nieve a los ocasionales pingüinos e incluso focas que se encontraban en su camino. Estos avistamientos se habían convertido casi en una costumbre para él, y debía admitir que les había empezado a tomar cierto cariño.

Una hora después el equipo llegó a su destino y comenzó el despliegue de todo el equipamiento y material necesario, estableciendo en cuestión de minutos una pequeña base funcional. Hecho esto, se permitió a los investigadores realizar su trabajo.

Tras varias horas de intensa labor, apenas unos metros de hielo habían sido inspeccionados con los tubos de lentes microscópicas. Únicamente el murmullo del viento y el crujir del hielo rompían la regularidad del trabajo, hasta que se escuchó un grito que captó la atención de todos.

Rubén, al igual que otros compañeros suyos, se apresuró a la fuente del seco ruido, preocupado, pero sonrió al ver la expresión de júbilo de una investigadora alemana que observaba las imágenes transmitidas desde el tubo en una pantalla. Los técnicos se apresuraron a abrir un agujero en la espesa capa de hielo con los ánimos renovados, atrayendo con el ruido a pingüinos que se encontraban cerca. Al cabo de un par de horas, las tan esperadas muestras estaban listas.  Lo habían conseguido.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

“Dos días después de la excavación, me encuentro en uno de los pocos descansos de los que dispongo esos días. El descubrimiento, casi parece un regalo de Navidad para la base de investigaciones, pero consume la mayor parte de nuestros días.” Rubén había empezado a grabar la evolución de sus días en una grabadora.

Cuando estaba a punto de volver al trabajo, a través de una pequeña ventana, vio a un pingüino que se acercaba, quizás demasiado, a su localización. Tenía una clara mancha blanca en el costado derecho que reconoció de inmediato. «¿No estaba ese pingüino cerca del agujero cuando sacamos las muestras?», se preguntó a sí mismo.

Rubén no era ningún experto en los animales de la zona, pero sabía que los erráticos movimientos y temblores de esa ave definitivamente no eran normales. Frunciendo el ceño, fue a avisar a unos superiores, quienes, tras un par de burlas, al salir a observarlo de cerca decidieron llevarlo a una asociación de cuidado de animales autóctonos que había no muy lejos.

Más tarde ese mismo día, al comunicarse por radio con la asociación, Rubén se enteró de que aquel no era el único pingüino que habían visto con esos extraños comportamientos.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

“Día 29 de diciembre. Hoy tengo el día libre, seguramente vaya a recoger unas medicinas. Un superior enfermó el otro día y ahora hay varios investigadores con temblores, fiebre y convulsiones. Aunque no sabemos bien qué tienen, se está tratando como una gripe intensa.” Rubén apretó el botón de stop en su grabadora portátil y se dispuso a salir.

Conducir una moto de nieve para desplazarse por el inhóspito y blanco paisaje era algo a lo que nunca se acostumbraría. Al llegar y recoger la entrega de antibióticos, fue informado de que en la asociación de cuidado de animales también había pedido medicamentos. «Será la época de enfermarse aquí»

Gritos. Desgarradores alaridos, imposible distinguir si eran animales o humanos. Rubén entró con recelo, viendo materiales rotos por el suelo e incluso manchas de sangre. Se encontró con un joven agachado que, sollozando, le miró con expresión de horror. Esa fue la última señal que necesitaba para salir corriendo con él y dirigirse de inmediato a la base de investigación. Poco sabía él que allí, el caos iba a ser mayor aún.

—--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

“Segundo día del año… ¿o tercero? Ya da igual. Los investigadores que conseguimos salir ilesos del polo seguimos estando confinados, sin poder contar la verdad sobre lo que desató esta plaga. Igualmente, llegados a este punto dudo que la situación se pueda revertir.” 

Rubén no se molestó en apagar su grabadora, dejando que el silencio llenara el pequeño cuarto. Este, de alguna forma, le resultaba menos claustrofóbico que la vasta llanura blanca plagada de personas y animales agresivos, con movimientos que parecían sacados de The Walking Dead.

Tirado en el húmedo y frío suelo, lo único que le quedaba era recordar, mirando al techo y viendo la cara de su superior deformarse poco a poco. Recordar cómo en apenas cinco días la humanidad había firmado su propia extinción, y él era uno de los culpables de que todo esto empezara.

Al llegar con aquel chico también español, Javier dijo que se llamaba, a la base de investigaciones, se encontraron con un escenario que concordaría más con el de un manicomio fuera de control. Personas convulsionando, huesos rotos, gritos, gente que, debido a la locura o al terror se había quitado la vida. 

Después de eso, lo único que pudo hacer Rubén fue solicitar evacuación por radio junto con otros tres compañeros de su equipo. Durante el viaje en helicóptero escucharon  repetidamente sus grabaciones. Llegaron a la conclusión de que los microorganismos primitivos que investigaban eran los patógenos zoonóticos que habían causado esa situación. Vieron cómo focas infectadas eran devoradas por orcas, que a su vez infectarían los ecosistemas oceánicos. Su corazón se hundió en ese momento, sabiendo que peces de estos océanos llegarían a humanos.

Sí que había evolucionado rápido, mientras Rubén se encontraba en su cuarto-celda, la enfermedad ya había sido considerada pandemia.

—--------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

“No sé qué día es. Me acaban de informar de que Javier empezó a mostrar síntomas hace unos días y hoy ha fallecido. ¿Por qué él? No tuvo nada que ver con la excavación o la investigación” contó el investigador, sin importarle que su grabadora ya no tuviera batería. La soledad y la culpa le carcomían mientras pensaba en el chico al que salvó hacía menos de una semana. Él había intentado luchar hasta el final mientras Rubén se resignó a aceptar la situación. No era justo.

“¿Cómo es posible ser tan rastrero?” Rubén suspiró mientras Javier maldecía a algún presidente presente en la cumbre de países primermundistas a la que estaban asistiendo aquel primero de enero. Esa reacción era totalmente comprensible. Como la desconocida infección había empezado a propagarse por Latinoamérica y África primero, se había decidido cerrar todas las fronteras y sacar beneficios vendiendo una supuesta cura que ni  se sabía si era efectiva.

De esta manera iba a acabar todo. Tratando de sacarle el dinero al pueblo que iba a dejar de existir por este egoísmo. Pero Rubén no podía quejarse mucho, ¿no? No debería haber retado a la naturaleza en primer lugar.

María Fernández Benítez 2º de Bachillerato A

 

SEGUNDOS PREMIOS

1ª CATEGORÍA: 1º Y 2º DE ESO

TODOS SOMOS TODOS

<<Salud. Es lo que todos  necesitamos. La queremos y nos la quitan. No solo somos nosotros sino que es el mundo ,los animales y los humanos>>.

Hola, soy Tan. Esto que acabo de contarte, forma parte del sueño que acabo de tener. Tengo 13 años, y vivo con mi familia y más personas de mi tribu. Es decir, un poblado de la intercomunidad del volcán. Se llama así porque estamos alrededor de uno. Muy original. A lo largo del Amazonas hay muchas comunidades como esta. ¡Ay verdad! No te he dicho que vivo en el corazón de Brasil, en la selva amazónica. Yo recolecto frutas para la tribu. Cada uno hace un trabajo para la buena convivencia. A ti te parecerá raro, ya que vas a un sitio donde coges lo que quieres a cambio de unos  objetos  redondos (monedas) o  al menos eso sé. A veces vienen personas con una vestimenta extraña, las cuales nos explican cómo es la vida fuera. A cambio nosotros les explicamos la nuestra. Tengo amigos que hacen la misma tarea que yo. Hasta que no cumplimos 16 años, no hacemos tareas más pesadas, como cazar o pescar. A los 62 años pasas a formar parte de los cabecillas. Pocos llegan a dicha edad por lo que la cifra no suele pasar de los cinco o seis. Ellos dirigen la tribu y son los que hablan y discuten con los extraños que a veces vienen. De vez en cuando esas personas nos quitan árboles. Según me han dicho vienen de Europa.

Bueno, voy a dejar de contarte mi vida y voy a prepararme para ir a recolectar. Me pongo mi ropa (para ti puede ser rudimentaria) y salgo de la choza. Después camino hasta el centro del poblado, donde quedo con mis compañeros para ir a trabajar. Una vez estamos todos, emprendemos el camino hacia el bosque.

La mañana ha sido provechosa ¡Hemos llenado cuatro cestas de mimbre! Después del descanso, cuando íbamos a volver a ponernos manos a la obra, una de mis amigas vio  humo  proveniente del poblado: ¡La señal de peligro! Según el protocolo, todos debemos dejar todo lo que estemos haciendo e ir a la plaza. Corremos para allá. Da pena tener que dejar allí todo, pero la seguridad es lo primero. Cada uno se va con su familia. Todos estábamos concentrados en ese sitio. Un murmullo inquietante recorría el lugar. Nunca antes había ocurrido algo así. De repente se hace un silencio sepulcral al oír el sonido de caballos galopando. Tras una breve espera vislumbramos unas figuras humanas montadas a caballo. Entonces, me doy cuenta de que todas las tribus del volcán tenían su humo encendido. Tras unos instantes aparece un grupo de jinetes rodeando a alguien que va montado en una especie de caja tirada por caballos. Acto seguido, se paran a la vez. Y un señor sale de la caja. Parece ser alguien importante. El hombre se acerca con un papel que tiene dibujos. Por lo que me han contado, es una forma de comunicarse sin hablar y lo llaman <<leer>>. Nuestro jefe Kimy, es el único  que  sabe hacerlo. El hombre se lo entrega, y Kimy lo mira durante un rato, después hace un movimiento de negación con la cabeza. Luego, le dicen algo a Kimy y se van. Cuando se van, Kimy ordena a los mensajeros del pueblo que dijeran que iba a convocar una reunión los habitantes de la intercomunidad. 

Al día siguiente, me despierto para ir a la votación. La plaza estaba abarrotada de gente de toda la intercomunidad. Al rato, llegan los líderes de todas las tribus discutiendo. Todos  abrieron  paso.  Después se colocaron en el centro y se hizo el silencio. Entonces Kimy comenzó a hablar <<Buenos días, os he convocado aquí para hablaros sobre lo que ayer ocurrió. Para quien no lo sepa, eran europeos. Son militares que quieren  quedarse con  nuestros  hogares>> una  exclamación  de  incredulidad recorre la plaza. Kimy continúa <<vienen porque saben que tenemos diamantes. Allí, tienen una cosa llamada dinero, y con él pueden conseguir cosas. Y los quieren porque valen  mucho.  Les dije que se los podíamos dar si nos dejaban tranquilos.  Pero su respuesta fue un <<no>> rotundo, ya que bajo tierra hay muchos más>>. La gente comienza a agobiarse y a asustarse. Kimy sigue hablando <<a cambio, nos ofrecieron una pequeña villa en su país. Allí estaremos tranquilos. Lógicamente les dije que no, pero como era de esperar, nos amenazaron con echarnos violentamente si no aceptamos y además, no nos darían la villa. No podemos plantarles cara, ya que son mucho más poderosos que nosotros. Tenemos una semana para decidir. Hemos decidido que cada una de las trece tribus elija si plantar cara, o aceptar la oferta. La manera de cómo se decide lo que vota cada tribu, lo decidirán los jefes de cada una de ellas. Gracias>> y así concluye la reunión. Han dado descanso a todos hasta la semana que viene. En mi tribu, cada uno va a decir  que  prefiere,  y  las  más  elegida  será  la  decisión  del  poblado.  Doy un paseo pensando en mi decisión. En el pueblo se respira un aire muy tenso. Mis padres han votado que aceptemos, según ellos, plantarle cara va a ser peor, y no conseguiremos nada. Yo en cambio soy de los que no se rinde. que lo más sensato es aceptar la oferta, pero mi conciencia no me permite entregar mi hogar, y todo lo que tengo sin antes luchar por ello. El lugar de las votaciones está lleno. Finalmente, voy hacia quienes cuentan y les digo mi decisión. Me he envalentonado y le he dicho que rechacemos, pero nada más irme me he arrepentido. Pienso que mi familia y amigos valen más que todo lo demás, y los he puesto en peligro.

El  día  de  la  decisión  final,  todos vamos a la plaza, porque van a anunciar los resultados. Al igual que el otro día, la plaza está llena. Una vez que todo se callan, Kimy comienza a hablar <<ya tenemos los resultados>> dice de manera estridente <<han sido muy iguales ya que seis pueblos han votado una cosa y siete otra, pero la decisión final ha sido plantar cara rechazar la oferta>> un silencio se alza en la plaza. Al oír el sonido de los caballos, todos están asustados esperando la llegada de los europeos. Tras la espera, llegan los caballos y aquel señor de la caja. El hombre sale y habla con Kimy. Ambos parecen incrédulos. Entonces Kimy nos habla diciendo que quieren saber el porqué de nuestras respuestas. Para ello quiere que un niño o una niña de cada tribu hable. Nos separamos para que nos identifique, y tras elegir a varios niños, el hombre me mira a los ojos y me elige. En ese momento revivo mi vida en un instante. Qué diré. Qué vergüenza. Todos esos pensamientos me abruman la cabeza. Todos los elegidos van saliendo hasta que solo quedo yo. Subo a un montículo de tierra, para que se me escuche. Me relajo y comienzo a hablar tranquilo, dando mi opinión: <<hola, me llamo Tan. Yo, he votado que rechazáramos, porque este sitio es mi hogar, esta es mi vida, aquí, he nacido y vivido. Este lugar, soy yo. Si lo destruís, miles de plantas y animales mueren, por lo que dañáis el ecosistema y el medio ambiente. Todo por unas piedras: excavar, romper, destruiry matar. Eso haréis si extraéis esos diamantes. Aunque no estén vivas forman parte de la  naturaleza,  y  todos  formamos  parte  de  ella. Es una cadena, si uno muere otro morirá, sin animales y plantas no hay comida. Sin medio ambiente no hay agua limpia o una buena atmósfera. Esto es todo, gracias>>. De repente, todos comienzan a aplaudirme, incluido europeo. Entonces, bajo y vuelvo con todos. El hombre sube, y frente a la expectación de todos, comienza a hablar en nuestro idioma <<Este chico, tiene razón. No somos nada sin animales, plantas y el medio ambiente. Es triste ver como  en Europa lo damos todo por dinero. No estaríamos aquí de no ser porque tenemos comida, el Amazonas es el pulmón de la Tierra y  si lo estropeáramos casi no podríamos respirar. Tan... me has convencido>>. Por un momento, un sentimiento de felicidad  se  alza  por  la  plaza.  El  hombre  prosigue  <<Os  dejaremos en paz>>. Y al momento hace un gesto a los jinetes y se retiran. En ese momento, la alegría domina a todos. Que corren hacia Tan para agradecerle y felicitarle

Esa noche, han organizado una gran fiesta con mucha comida. Tan, se prepara, pensando que sería el protagonista. Y que esa noche, la alegría que da la paz, será la que ilusione a todos, ya que no la apreciamos hasta que la perdemos o estamos a punto de perderla. Y es que la paz, no es entre humanos, es entre todos. Y <<todos>>, incluye a todos los seres vivos y al medio ambiente.

Miguel Bayona Torres, 2º ESO D

2ª CATEGORÍA: 3º Y 4º DE ESO

 

RAÍCES DE LA MEMORIA

Izal llevaba 48 horas sin dormir. No quería apartarse del cristal que la separaba  de la habitación de aislamiento. Allí, postrado sin fuerzas, estaba su mejor amigo.  Recordaba haberle conocido en la cola de la secretaría de la Facultad de Medicina de  Bogotá un caluroso día hace ya demasiados años. Ningún especialista del hospital sabía qué enfermedad lo estaba consumiendo,  algo que no podía soportar ni un día más. Verle bañado en sudor, tiritando por la fiebre,  pálido hasta confundirse con las impolutas sábanas del hospital era demasiado para ella. 

-Se llamará Izal, porque los espíritus me han comunicado que será “única”,  ninguna otra niña de la tribu Nukak logrará lo que ella, sentenció el chamán, su querido  padre, el día que nació en un perdido paraje de la Amazonía colombiana.  

Las imágenes de sus primeros años en la selva estaban borrosas, sin embargo,  aún recordaba el olor de las plantas y los frutos que recogía junto a su padre y que  servirían para preparar las cataplasmas y remedios ancestrales que su pueblo  necesitaba. Con una paciencia sin límite y la dulzura de un padre orgulloso, le iba  explicando las propiedades del ajo sacha, la uña de gato, la manayupa o la sangre de  grado. Ella lo aprendía todo como si fuera un juego y disfrutaba de los largos paseos  hasta que, agotada, su padre la cogía a hombros para volver al poblado. 

-Mi dulce Izal, todo lo que nos rodea es un regalo de los dioses, debemos respetar  cada planta que cortamos, cada insecto que sacrificamos y cada camino que recorremos  entre estos árboles. Nuestra madre Naturaleza nos provee de alimento para el cuerpo y  alma. 

¡Qué lejanas suenan ahora esas palabras! 

La vida armoniosa que disfrutaba desapareció un día cualquiera, un día tan  normal como cualquier otro, un día en el que un grupo de hombres armados asaltó su  poblado obligando a los adultos a unirse a ellos y llevándose a los niños para darle una  educación y convertirlos en defensores de su causa. Lejos de lograr su objetivo, Izal no solo condenaba la violencia que asolaba su  país dejando víctimas en cada pueblo, sino que estudió Medicina para salvar todas las  vidas que pudiera. No dejaba de parecerle una ironía que ahora no pudiera salvar a quien  más quería. 

Las horas pasaban y ningún tratamiento surtía efecto, la fiebre seguía por encima  de los 40º C y solo quedaba esperar algún tipo de milagro. Lamentaba no recordar cómo  elaboraba su padre la infusión de ajosquiro, que tantas veces utilizó para tratar fiebres. O aquellos baños con la infusión de corteza que protegían contra las energías negativas  y limpiaban el cuerpo y el alma. 

Todo ese conocimiento se había perdido, pero aún quedaban otras tribus, otros  poblados, otras gentes en la Amazonía que aún mantenían esa comunión con la  Naturaleza y, en aquella sala del hospital, se prometió a sí misma, que recorrería de  nuevo la selva buscando una cura para otros muchos ya que no podía salvar a su mejor  amigo.

Irene Pérez Martín, 4º ESO D

 3ª CATEGORÍA :1º Y 2º DE BACHILLERATO

CÁDIZ, LA CIUDAD PERDIDA

Hoy voy a contar la historia de una persona muy especial cuyo nombre es Samuel. Samuel es un conocido anciano del pueblo por ser una de las mejores personas que existen en Sevilla. El anciano siempre está con los niños, animándolos y divirtiéndose con ellos. Él tenía la costumbre de irse a un banco cerca de la orilla y ver el atardecer sobre el horizonte. También participa en muchas actividades de concienciación medioambiental y todo lo relacionado con one health, aunque nadie se explica de dónde viene ese interés y pasión por la naturaleza y el cuidado del planeta.

Un día, el anciano estaba mirando el horizonte cuando se le acerca uno de los niños con los que pasaba la mañana y le preguntó el por qué siempre va al mismo banco a ver el atardecer, a lo que Samuel, con una sonrisa en la cara, le respondió:

-Hay que apreciar la vida, y hay que cuidar el planeta. ¿Sabes? Me acabas de recordar a cuando era un chico como tú, un día cuando estaba con mi abuelo, David. Te contaré una historia para que lo entiendas todo…

Un día, como cualquier otro, al salir del colegio fui a casa de mi abuelo, David. Él era una persona que, pasara lo que pasara, era amable con todo tipo de gente. Ese día no estaba en su casa, donde normalmente lo encontraba, estaba en un banco muy parecido a este, viendo como la marea subía. Mi abuelo siempre me estaba recordando que hay que cuidar el planeta, aunque yo, en esos tiempos, no le prestaba mucha importancia. Mi abuelo fue quien me enseñó a reciclar y a no contaminar mucho el planeta. De hecho, se lo debo todo a él, ya que de no haberme avisado de que Cádiz, la ciudad donde vivíamos, se iba a inundar, yo no estaría aquí. Y sí, Cádiz era una ciudad de aquí, Andalucía, pero un día se inundó como muchas otras ciudades costeras. Mi abuelo David estaba dándose cuenta de que el nivel del mar cada vez era más alto, y que un día, seguramente se descontrolaría todo y una tormenta arrasaría Cádiz. Y así fue. Yo estaba en casa de mi abuelo cuando llevábamos unas semanas con fuertes tormentas y vientos. La marea había subido tanto que el paseo marítimo ya no existía y las casas cercanas a la costa estaban hechas escombros. Mi abuelo estaba en el campo cultivando para así tener provisiones cuando se inundara Cádiz, que ya se daba por hecho que pasaría.

No te voy a mentir, estaba muy nervioso. Por la ventana de la casa de mi abuelo se podía ver cómo las fuertes tormentas estaban destrozando todo, las casas, los parques, las carreteras… Por suerte para nosotros todavía no había alcanzado nuestra casa, pero, muy pronto lo haría. Aquel día mi abuelo tardaba en llegar a su hora, cosa que no era común en él. Preocupado, salí no muy lejos de la casa y decidí mirar a ver si veía a mi abuelo. No lo veía, no sabía qué hacer, pero de repente… allí estaba corriendo como si algo muy grande le preocupara. A lo lejos no logré entender lo que me quería decir, pero a medida que se iba acercando lo iba entendiendo. Estaba gritándome para que corriera lo más rápido que pudiera. Yo en ese momento me pregunté, ¿por qué? ¿qué pasa? Pero al mirar atrás ya lo entendí… ¡Estaba acercándose un enorme tsunami! Corrí lo más rápido que pude, todo el mundo estaba en las calles corriendo, aquello parecía el fin del mundo. No pude correr mucho más tiempo, me entró flato y la ola me iba a alcanzar cuando de repente me caí a un sitio subterráneo el cual estaba iluminado por un misterioso candelabro. Yo no sabía qué era, pero decidí quedarme allí. Esperé días y días hasta que me atreví a salir y… ¡estaba bajo el mar! Rápidamente cogí el máximo de aire posible y empecé a bucear hacia la superficie. Cada vez estaba más cerca pero también me faltaba más el aire. Ya casi estaba en la superficie, veía el agua más cristalina, pero sentía que no iba a llegar. No podía aguantar más sin respirar, pero entonces esa fue mi razón para bucear aún más rápido. Buceé y buceé hasta que… Llegué a la superficie. Me encontré solo y no se veía nada más que el océano. Encontré unas cuantas tablas flotando y las utilicé de apoyo para mantenerme a salvo. Al cabo de unas horas me dormí, y al despertar… Me encontré con que estaba en la orilla de Sevilla. La costa no era playa como ahora hay, sino que eran edificios dañados y carreteras inutilizables. Nadé hacia una carretera que se había quedado formando una rampa para subir y llegué a la civilización. Al mirar atrás, me di cuenta de que ya no estaba Cádiz, se había desvanecido, y con ella, toda mi familia, mi hogar y mi infancia. Acababa de darme cuenta de que me había quedado sin nada, era como empezar desde cero. Conseguí encontrar trabajo y conseguir una vida estable. Al ver lo que había sucedido con Cádiz, temí que pudiera volver a pasar otra vez aquí, en Sevilla. En ese momento me vino a la memoria la imagen de mi abuelo y todo lo que él me decía sobre el término one health. Es por ello que empecé a respetar y amar tanto la naturaleza. Decidí fomentar y concienciar a la gente de lo importante que es la salud tanto a nivel humano, como animal y medioambiental. El chico, tras ver cómo Samuel le contaba esa historia con una lágrima en el ojo, comprendió el mensaje y quiso contribuir a la causa.

Tras un largo proceso, semanas más tarde, entre Samuel y el chico consiguieron inculcar una cultura concienciada sobre este tema en los centros del pueblo y, que más tarde, se llevaría a cabo en toda la ciudad.

Samuel empezó a dar charlas sobre toda esa fauna que se perdió al pasar esta catástrofe. Hablaba de los paisajes y ecosistemas que se echaron a perder. Además, todo eso conllevó la pérdida de ciertas especies animales, lo que deja cada vez menos diversidad dentro de la naturaleza. Siempre miramos por nuestra salud (aunque eso es relativo porque aun así pareciera que nos esforzamos por lo contrario, pero eso daría para un tema aparte) y dejamos de lado la salud animal y medioambiental. Sin embargo, estos tres puntos son importantes considerarlos por igual para alcanzar así lo que denominamos one health, una única salud, y luchar así por un planeta mucho mejor para todos.

Y aquí acaba esta pequeña historia de aquella tarde en la que Samuel, mi nieto, comenzó desde aquel banco a concienciar a la juventud desde temprano de luchar por un mundo mejor.

 David Benítez Villarejo, 2º Bachillerato A

TERCEROS PREMIOS

1ª CATEGORÍA: 1º Y 2º DE ESO

CINCO MINUTOS MAS

Hola me llamo Flex y este es mi diario. Esta historia no empieza con un “Érase una vez en un lugar muy lejano”, empieza con un: “Érase un día cualquiera en el instituto Hadenly. Yo soy un niño muy sociable, alegre, y divertido. Tengo muchos amigos, por eso debería estar muy contento y feliz, pero no lo estoy ya que a mi abuelo le han detectado un cáncer de pulmón. Estos días no estoy durmiendo muy bien, ya que lo quiero mucho. Mientras mis padres trabajaban mi abuelo me llevaba y me traía de la guardería, me daba de comer y también dormía la siesta con él. Lo veo desmotivado, sin ganas de nada. Verlo así me duele mucho. Lo bueno es que ha empezado la quimioterapia. Esto me ha motivado mucho puesto que las posibilidades de supervivencia han aumentado.

07 de mayo de 2024.

Mi madre me ha obligado a escribir una vez al mes. Y la verdad es que me ayuda bastante a desahogarme. Continúo con el tema importante. Hoy estoy super contento ya que mi abuelo ha mejorado según los médicos. Yo creo que mi abuelo se ha propuesto vencer el cáncer.

10 de junio de 2024.

Voy todos los días a verlo y a ayudarle, ya que con la quimio está muy débil, le animo para hacer deporte y lo hacemos juntos. El médico dice que es muy recomendable el deporte ahora. Soy muy optimista, sé que va a mejorar.

04 de julio de 2024

Le han detectado tres metástasis más. Me he desmotivado muchísimo. Sigo yendo todos los días a su casa, lo quiero mucho y al fin y al cabo lo último que se pierde es la esperanza.

01 de agosto de 2024

Ya no me recuerda, no sabe quién soy. Estoy muy triste, mi abuelo se ha rendido. El cáncer lo ha vencido. Me da coraje. Es un gran hombre y lo quiero mucho.

01 de septiembre de 2024

Mi abuelo ha fallecido esta noche, y yo me pregunto si el cielo lo necesitas más que yo. Estoy muy triste, creo que no podré superar esta pérdida tan grande para mí. Daría lo que fuera por cinco minutos más.

01 de octubre de 2024

Él quería verme entrar en el instituto, entrar en la ESO, ya que decía que iba a ser un gran estudiante. ¡Lo echo tanto de menos! Él siempre bromeaba con que me iría a recoger al instituto en un coche especial que tenía, lo llamábamos el “Kawasaki” y yo siempre le contestaba medio enfadado: “¡No Lalo, ni de broma! ¡Qué vergüenza!” Sin embargo, ahora daría lo que fuera por que me recogiera tan solo una vez más.

01 de noviembre de 2024.

Sigo echándolo mucho de menos, no hay ni un solo día que no piense en él. Dentro de poco será Navidad y mandarán las notas.  No se las podré enseñar por primera vez en doce años.

22 de diciembre de 2024.

Estoy contentísimo, he sacado buenas notas en el instituto y en general todos mis amigos también. Hoy, además, hemos ido de excursión a un laboratorio, en una de las salas hablaban sobre el cáncer y me ha interesado mucho el tema. Estaban explicando los distintos factores que provocan este crecimiento desmesurado de células que se convierten en células tumorales malignas. Es muy curioso cómo hay muchos factores que influyen en esta enfermedad. Contaminación, mala alimentación, sedentarismo estrés...No somos conscientes de que la evolución de la sociedad ha llevado consigo mayor número de coches, mala alimentación, ya no se cocina tranquilamente con tiempo, sino que vamos con prisas y compramos comidas procesadas. Menos mal que en mi casa, mis padres están muy pendientes de lo que comemos y casi todo lo elaboran ellos. También nos han inculcado que el deporte es muy importante.

He oído hablar a científicos que el cuidar el medio ambiente es un beneficio para todos y deberíamos ser muy conscientes de lo que se ganaría si todo el mundo lo hiciera. Estoy muy interesado en conocer cómo los científicos avanzan en esta lucha interminable contra esta terrible enfermedad. Vi cómo aplicaban tratamientos en ratones y cómo actuaban. Son tratamientos, que no sólo curan, sino que también matan. Logré entender porqué mi abuelo se encontraba tan mal durante el tratamiento. Lucharé para que esta investigación sea cada vez mayor y se consiga acabar con esta enfermedad. Una solución real que no haga sufrir a nadie como le paso a mi abuelo y a mí por perderlo.

15 de enero de 2025

Todas las noches le cuento a mi abuelo lo que pasa y siempre se repite la misma situación. Yo le digo que me dé un abrazo rápido y él me pregunta: “¿Por qué rápido?” Y yo siempre contesto: porque mamá me va a despertar para ir al instituto … Te quiero mucho abuelo.

Rodrigo Naranjo Ustarroz, 1º ESO E

 

                                                                                                              

2ª CATEGORÍA : 3º Y 4º DE  ESO

 

EL DIARIO   

13/02/2022  1:27 Hoy se ha quedado Xav con Ellie. Dicen que está mejorando, pero Xavier no se fía. Él dice que se la ve igual de cansada y se pasa el tiempo dormida. Dice que no, pero sé que tiene el mismo miedo que yo de que a Ellie le pase algo más.

Mañana me toca a mí ir a verla. La verdad es que cada vez que entro al hospital me da más miedo lo que pueda encontrarme, pero más miedo me da dejarla sola.

22/02/22  00:18  Xav lleva tres días seguidos yendo al hospital porque mis padres no me dejan. Es todo por el examen de mates que suspendí. Dicen que paso mucho tiempo fuera y que no dedico nada a estudiar, y yo no sé cómo explicarles que para lo último que tengo la cabeza cuando una de las dos personas que más me importan está hospitalizada, sin saber si va a salir de allí, es para sentarme a estudiar mates.

Al final Ellie ha vuelto a empeorar y sigue sin haber nada seguro. Xavier me va contando las cosas, pero siento que me vuelvo loca con cada día que pasa. 

02/03/2022  23:02 He podido quedar con Xav con la excusa de estudiar, aunque eso de estudiar es bastante relativo. Hemos visto un par de pelis y nos hemos distraído un poco. También hemos podido llamar a Ellie un rato. Hoy sí ha sido un buen día. Lo he pasado bien saliendo de casa y haciendo algo que de verdad disfruto.

10/03/2022  03:42 Me acabo de enterar de que Ellie no  ha podido.

17/03/2022 02:54 Xav se está saltando las clases. No lo veo desde el funeral, pero al menos me responde los mensajes. Creo que es lo único que evita que me vuelva loca del todo. Le sigo escribiendo a Ellie, aunque los mensajes no le lleguen. Es como si siguiera dormida en su habitación y en cualquier momento va a llamarnos a Xav y a mí para invitarnos a casa, o que va a escribirnos al grupo contando la mayor tontería que le ha pasado, algo como que se ha encontrado a la gata en la lavadora de nuevo o que ha vuelto a perder los bolis del insti. Me ha vuelto a poner  los  audios  destacados  de  ella  riéndose  cuando  Xav  suelta  algo  como  “es  muy temprano para esto” y es la una y media del mediodía. Me resulta surrealista que lo único que voy a volver a escuchar son esos audios y solo voy a verla en fotos. Le he hecho una carpeta en la galería, como si así pudiera recordarla mejor. Me da miedo olvidarme de su voz o su cara.

Siento que Ellie merecía más de lo que nunca llegué a darle. Que no pude demostrarle todo lo que la quería de verdad, que nunca le pude expresar todo lo que me hubiera gustado y ahora me  toca  aguantarme con escribir en un diario mientras las páginas se llenan de manchas de lágrimas que no puedo evitar dejar caer. Me siento idiota por pensar que teníamos más tiempo, por no haber sabido aprovecharlo bien. ¿Qué se supone que tengo que hacer con la lista de planes que llevamos haciendo desde que teníamos siete años?

¿Cumplirlos con Xav? ¿No hacerlo? Hay demasiadas cosas en mi cabeza a la vez y solo quiero apagarla.

29/03/2022  03:21 No he ido al psicólogo desde lo de Ellie. Sé que debería ir, pero me van a hacer hablar de ello y no estoy segura de querer hacerlo con nadie que no sea Xav. Él es el único que lo está viviendo a la vez que yo, entonces nos escuchamos mutuamente y es más fácil. Hablar con él resulta el triple de sencillo que con cualquier otra persona. Ya ha vuelto a clase, pero se le ve súper distraído. A veces me pregunto si yo estoy igual que él, si se me ve igual de alejada de todo. Supongo que sí. Yo misma tengo la sensación de que todo está fuera de mi alcance. 

05/04/2022 Xav me ha dicho que vaya al psicólogo de nuevo. En los últimos días hemos estado hablando más. Sobre nuestras vidas, nuestros padres, lo difícil que está siendo seguir con todo, Ellie… No sé en qué momento empecé a llorar, la verdad, pero le acabé contando todo con lo que llevo luchando desde niña y como se me ha juntado todo. Sí que es verdad que el peso que llevaba encima se me alivió un poco. Ser capaz de mostrarle todo eso a alguien es algo que pensé que jamás sería capaz de hacer. Fue reconfortante el sentirlo abrazándome y escuchándome, aunque luego me dijo que era buena idea hablarlo con un profesional. Al principio le dije que no, ¿qué más voy a contar? ¿cómo explico el sentimiento de que nada ayuda? Pero empezó a decirme que era un recurso útil que yo tengo y él no, que al menos lo aproveche por los dos. El muy idiota ha conseguido convencerme.

Amara cerró el cuaderno y lo guardó en la bolsa, junto con sus llaves, para después salir de su habitación y encaminarse escaleras abajo.

-Mamá, me voy.

No esperó respuesta antes de cerrar la puerta tras ella, casi sin tiempo. Tenía que estar en la consulta a las seis y había salido tarde, por lo que trató de aligerar el paso. No tuvo que pasar mucho tiempo antes de estar frente a la conocida puerta automática del lugar. Entró directa hacia el mostrador, donde la esperaba la misma mujer con el pelo adornado de canas de siempre. Amara nunca se había aprendido su nombre. Ofreció una sonrisa un tanto forzada, a la vez que ella respondía con una de aspecto más verdadero.

-Amara, cielo, me alegro de verte. ¿Tienes cita? —Ella asintió.

-Con Claire, sí.

-Me parece que ya está libre. Sabes dónde es, ¿no?

Amara volvió a asentir con la cabeza y le dio las gracias a la mujer, antes de desaparecer por el pasillo hacia la puerta entreabierta de la consulta de Claire. Antes de entrar se parórespirar hondo. Claire alzó la vista y le sonrió, como siempre hacía, aunque ella se ahorró las formalidades de la mujer de la recepción.-Siéntate, corazón. Me imagino que hay algo en específico de lo que quieres hablar.

-Amara volvió a respirar hondo.

-No exactamente. que ha pasado algo que me ha afectado, y quiero mejorar, pero no quiero hablarlo como tal. No directamente. —Sacó el diario de la bolsa y se lo tendió—. ¿Te importa leerlo?

 

 Marta Romero Recio 4º ESO D

 

 3ª CATEGORÍA: 1º Y 2º DE BACHILLERATO

 

LAS LÁGRIMAS POR LA TIERRA

Corre el año 2067, en un duro invierno en el que el aroma de la Navidad se hace cada vez más evidente. Es tradicional degustar ciertos lujos durante estas fechas, es por ello que Sotiris se encaminó, la mañana del 23 de diciembre, a la aventura para buscar la cena de Navidad: un poco de carne.

En nada se parece la Tierra de 2067 a la de hace apenas unas décadas. Tras las constantes sequías y extinciones, se culpó a los gobiernos de la destrucción de la biosfera, por lo que el mundo apostó por la anarquía, dando como resultado la más autodestructiva de las sociedades posibles. Aquí ya no hay amigos, todos somos depredadores y presas de nosotros mismos. Sotiris lo sabía bien cuando comenzó su viaje, sin embargo, ver la sonrisa de su madre otro año más compensaba por mucho el jugarse la vida.

Tras horas de búsqueda, Sotiris avistó algo entre unas ruinas de lo que parecía ser una vieja casa de campo. Encontró huellas, e inmediatamente quiso echarse a gritar eufórico, pero sabía que esto espantaría al animal, así que se contuvo. Sigilosamente se aproximó a una roca, y allí lo vio. Era un cerdo, un cerdo medianamente grande. Desde la bancarrota de múltiples empresas y compañías ganaderas, se dejaron en libertad cantidades ingentes de animales destinados a explotarlos comercialmente. No obstante, la falta de alimento era la misma tanto fuera como dentro de las granjas, por lo que la mayoría de estos murieron, aunque, si uno tiene suerte, aún se pueden hallar algunos supervivientes en libertad. Sin duda, un milagro navideño.

Sotiris no dudó ni un segundo y se abalanzó sobre el cerdo. Con una daga muy rudimentaria perforó su cuello. Una muerte rápida y limpia, tal y como le enseñó su padre. Inmediatamente después, Sotiris sacó de su alforja una inyección y la clavó en el animal. Las zoonosis son más que comunes en esta época, por lo que es necesario tomar ciertas precauciones antes de lidiar con cualquier animal, y en llevar a cabo tal labor, las inyecciones depurasangre se llevan la medalla de oro. Sin embargo, tan pronto como cargó Sotiris el gorrino sobre sus hombros, se percató de que había algo grabado en una pequeña roca. Anduvo hasta la piedra, pero de repente tanto él como su preciada captura cayeron al vacío.

Tras lo que pareció ser un descenso al infierno, Sotiris se zambulló en una fosa llena de agua. Se alegró de salir airoso, sin embargo, duró poco su alegría, pues nunca más volvió a ver al tan valioso cerdo. Trató de no darle mayor importancia y su optimismo le sugirió salir de aquel sitio en busca de una nueva presa. Salió del agua trepando por un pequeño saliente, se secó un poco y miró a su alrededor. Estaba completamente perdido. Era un lugar extraño, reinaba un silencio interrumpido intermitentemente por las gotas que caían de las rocas al suelo. Las paredes y el techo estaban tallados en roca por algunas partes y grandes columnas sostenían la estructura. En ese momento, Sotiris recordó aquellos templos de antiguas leyendas que se ilustraban en los libros de mitología que leía con su madre, y, aunque por la impresión del momento no se percató, la humedad y el agua del lugar eran de lo más inusual, puesto que escaseaba en la superficie.

Un pasillo angosto se vislumbraba adelante y con el afán de encontrar una salida, Sotiris lo atravesó. Para su sorpresa, Sotiris acabó en una inmensa sala en la cual se alzaban tres grandes esculturas. Nunca había visto nada igual. Así que quiso verlas más de cerca.  Precozmente aminoró el paso, pues el suelo resbalaba bastante. Una fina capa de musgo cubría el rocoso suelo. Sotiris jamás vio el musgo antes de esa ocasión, solo había oído hablar de él en antiguos documentos de su difunto padre, que pereció siendo Sotiris un niño en uno de los conflictos armados por la conservación del medioambiente.

Sotiris sentía un gran aprecio por su padre. En los cinco años que estuvo a su lado, siempre jugaban juntos y vivían aventuras de fantasía alimentadas por la imaginación. Antes de marcharse a la guerra, el padre de Sotiris le dio un último regalo. Se trataba de un colgante de plata con forma de cilindro. Estaba hueco y al lado de una pequeña abertura recubierta de vidrio que dejaba ver su interior figuraba la expresión One Health. De esa forma, Sotiris nunca olvidaría la razón por la que luchó su padre. Él era su compañero favorito, su mejor amigo y el mejor padre del mundo, por lo que al enterarse de la trágica noticia y en honor a él, Sotiris llenó el colgante con sus lágrimas de entonces y juró nunca desprenderse del obsequio.

Con cautela, logró llegar a un altar situado en el centro de la habitación, el cual estaba rodeado por las tres estatuas. Sobre este se podían distinguir unas inscripciones, las cuales leyó Sotiris.

<<Por la gracia de dos diosas y un titán que velan por la integridad del planeta, los animales y los hombres; a fin de restaurar lo que una vez destruimos ofrecemos nuestros pecados y desgracias, ofrecemos la voluntad de un alma pura y libre ya de la maldición humana y renegamos contra nuestra codicia y egoísmo. Sea nuestra condición de destructores sepultada en el olvido y sean unificadas vuestras voluntades en un mismo individuo.>>

Sotiris quedó absorto al leer dichas palabras y sintió como un escalofrío recorría su médula. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que a los pies de cada estatua había también unas letras grabadas, eran nombres. Una de ellas representaba a una mujer sosteniendo un globo terráqueo y tenía escrito el nombre de Gaia. Bajo el nombre de Artemisa figuraba otra escultura femenina que abrazaba un cervatillo entre sus brazos. La última estatua era la más grande de todas e ilustraba la imagen de un hombre sosteniendo una antorcha. Las letras de esta última estaban algo borrosas, lo que indicaba la antigüedad del lugar, pero Sotiris logró deducir que lo que ponía era Prometeo.

Sotiris decidió que lo mejor que podía hacer era informar a su madre de su gran descubrimiento. Tenía la esperanza de que algún grupo de investigadores reconociese el origen de tan inmenso santuario de modo que pudiese ser preservado. Vio a lo lejos lo que parecía ser una salida, así que se apresuró a alcanzarla, cometiendo   inmediatamente un gran error. Sotiris se olvidó de la existencia del musgo, por tanto, se dio de bruces contra el suelo. Al caer, su mano aterrizó sobre el altar, ocurriendo algo inesperado.

El suelo comenzó a agitarse y la cabeza de las estatuas comenzó a mirar hacia el techo en vez de al altar. Como si de compuertas se tratase, la parte superior que cubría la estructura empezó a abrirse para dejar ver el árido paisaje y para que los calurosos rayos de sol invadiesen la sala. El suelo sobre el que estaba Sotiris se estaba elevando junto con las estatuas hacia el exterior. Voces y recuerdos pretéritos bombardearon la mente de Sotiris y la imagen de un bello y frondoso paisaje se dibujó sobre sus pupilas. Un pilar de luz que se abrió paso entre las negras nubes de contaminación iluminaba todo el santuario. Cada vez el brillo era más intenso, cegando a Sotiris, quien antes de que el espectáculo cesase escuchó a alguien decir:  <<Ahora está en tus manos>>.

Cuando todo terminó, Sotiris echó a correr, pero al recordar que había dejado atrás su alforja se dio la vuelta para ir a recogerla. Fue entonces cuando se dio cuenta de algo fascinante. Un rastro de verde hierba y coloridas flores se había trazado tras él. Sotiris miró sus manos con completa estupefacción, creyendo que todo aquello no era más que un sueño, pero cuando levantó la vista apareció ante él el mismo paisaje que en sus pupilas se reflejó.

La vegetación cubría el sustrato y brotes de árboles y arbustos emergieron del suelo dentro del área en la que Sotiris se encontraba. Era como si por voluntad de los dioses la vida hubiese resurgido en ese lugar concreto.

-Sotiris, la salvación, el alma pura que ha logrado unificar los tres pilares fundamentales en uno solo -murmuró alguien a sus espaldas- es ahora tu deber guiar a hombres y mujeres para no repetir los errores del pasado. Sé la luz que alumbre su camino, Sotiris.

Sotiris se dio la vuelta, pero no había nadie. Sin embargo, algo en su interior había cambiado y entendía que ese era ahora su deber. Miró al cielo junto con las tres estatuas y apreció un cambio en las nubes. Eran negras, como antes, pero esta vez no por la contaminación. Iba a ocurrir algo que no ocurrió en los 19 años de vida de Sotiris. Su colgante empezó a brillar sutilmente, y entonces las primeras gotas de agua cayeron del cielo. 

Máximo Madueño Mateo, 2º Bachillerato A

 

 ¡ENHORABUENA A TODAS LAS GANADORAS Y GANADORES!  

Muchas gracias a todas y todos los que habéis participado. La entrega de premios tendrá lugar el próximo jueves día 29 de mayo en la biblioteca de 11:15 a 11:45. ¡Os esperamos!


Final del curso 2024-2025. Ganadores del XVII Concurso de Relato Breve IES Hipatia

 Un nuevo curso está a punto de finalizar. Para celebrarlo os mostraremos el fallo del jurado de la XVII edición del Concurso de Relato Brev...