¡Bienvenidos/-as al blog de la Biblioteca de Alejandría!
Hemos creado este espacio para haceros llegar novedades y todo lo que tenga que ver con nuestra biblioteca: rincones de lectura, celebración de efemérides, concursos literarios...
Nos estrenaremos con la entrega de premios a los ganadores del concurso de relato breve del curso 2021-22
Soñar
Alicia Zabala Ramírez (1º ESO)
¿Por qué no
puedo cumplir mis sueños?
Detestaba
esta pregunta, la misma que me había estado cuestionando todos estos años y que
aún no tenía una respuesta. Es cruel que estas simples palabras sean capaces de
destrozar las metas de una niña de tan solo doce años.
Soy Amy,
hija de dos pobres comerciantes afganos que no tenían grandes ambiciones en la
vida. Tampoco es que me pueda quejar; yo nací aquí, en la hermosa ciudad de
Sevilla y, obviamente, hay niños en peores circunstancias que las mías. Mis
padres escaparon juntos de Afganistán cuando tenían 23 años. Hoy en día, con
40, siguen dejándose la piel para mantenerme.
Desde
pequeña siempre me ha llamado la atención todo lo que me rodea. La primea vez
que me tumbé con mi madre en el jardín para ver las estrellas, ella se terminó
cansando de mí porque la agobiaba a preguntas. ¿Qué es eso? ¿Y aquello? ¿Has
visto lo que acaba de suceder? Mi infinita curiosidad molestaba a todo el que
viviera conmigo. Incluso a la mosca que se alojaba en mi cuarto, ¡no paraba de
zumbar! Como querían librarse de mí, mis padres me inscribieron en la escuela.
Tener el
privilegio de poder aprender es magnífico. Pronto me di cuenta de que era muy
inteligente, pese a no haber ido nunca al colegio ya que mis padres pensaban
que de nada servía pasar tantas horas sentada en un pupitre; de todas formas,
no les puedo culpar porque, después de todo, ellos crecieron sin ir a la
escuela.
Iban
pasando los días y poco a poco me iba entusiasmando más por la astronomía. Me
quedaba todas las tardes en la biblioteca para seguir investigando por mi
cuenta. Supongo que también me servía como vía de escape, porque en mi hogar ni
siquiera podía estar tranquila. ¡Amy, ven a ayudarme a lavar la ropa! ¡Pon la
mesa, Amy! ¡Amy! ¡Amy!...
Un día me
armé de valor para comentarles a mis padres lo mucho que me gustaban las
estrellas. No se lo había contado antes porque sabía que no lo iban a aprobar.
Ellos son de esos que dicen: “El deber de las mujeres es casarse, tener hijos y
limpiar la casa.” No fue una sorpresa que reaccionaran mal, pero lo que
realmente me dejó atónita fue que me prohibieran volver a la escuela. ¡No me lo
podía creer! Mis propios padres, los que me habían traído a esta vida,
¡acababan de destruir mis sueños!
No podía
dejar que esto pasara, no lo aceptaba. Sumergida en el enfado, me escapé por la
ventana para volver a mi lugar de seguridad, la biblioteca. Poco a poco, me
escabullía como podía para asistir a las clases y seguir estudiando lo que me
gustaba.
Seis años después
¡No puede
ser verdad! ¡Me acaban de dar una beca para trabajar en la Agencia Espacial
Española! Noté que mis ojos se humedecían, pero no estaba triste. Sentía una
mezcla de alivio, alegría, nerviosismo y duda. Después de todo lo que me había
esforzado para que no me pillaran, había llegado el momento de enfrentarme a
las personas que más quería y temía a la vez.
¿Y qué me
contestaron? Aunque aún piense que esto no es real, me encuentro aquí,
observando las estrellas y desarrollando mi trabajo. Qué locura, ¿no?
Ya tengo
una respuesta a esa pregunta de aquella niña de doce años que no tenía
solución:
¿Por qué no
puedo cumplir mis sueños?
Porque aún tienes que esforzarte un poco más.
Un caso sin cerrar
Miguel Espinosa Duque (2º ESO D)
Mi padre murió con tan sólo 39 años.
Recuerdo perfectamente ese día en que mi abuelo me lo dijo de una manera muy
sutil, sin querer darle mucha importancia. Todo ocurrió en la mina de mi
pueblo, donde todos dicen que quien entra no sale. Mi padre era minero, a él y
a sus compañeros les quedaba inspeccionar ciertos lugares de la mina. Los
compañeros de mi padre se negaron a entrar. Él tenía que hacerlo. Decía que
todos los rumores sobre la mina eran falsos. Entró solo, y a partir de ahí
nadie supo nada más de él.
Decidí ir a ver la mina donde ocurrió todo. Estaba enfrente de esta, y por un momento me arrepentí de haber ido. Entré. Estaba muy oscuro. A medida que me adentraba iba aumentando la oscuridad. De repente se apagó todo. Me desperté o eso fue lo que me pareció. Encontré a mi padre. Logramos salir de la mina, pero no encontramos a nadie en ningún lugar de la ciudad.
El mundo a
través del espejo
Julia Navarro García (2º ESO)
Carolina era una niña que tenía trece
años, vivía en Mairena del Aljarafe (Sevilla) y estudiaba en el instituto
Hipatia. Tenía varios amigos, pero cada vez se sentía más sola porque todos
ellos estaban en otras clases y ella estaba sola en la suya. Se esforzaba por
estar con ellos, pero hablaban de cosas que ella no comprendía porque no estaba
en sus clases. Sentía que ya no encajaba con ellos.
Una tarde, todos sus amigos habían
quedado, pero no la habían invitado. Se encontraba llorando, aunque no era la
primera vez que quedaban sin ella, pero aun así le dolía que le hicieran eso.
Cuando se calmó pensó: “Si ellos no quieren estar conmigo, es hora de pasar
página. Imaginaré las aventuras que me apetezca y viajaré a cualquier parte del
mundo con solo pensarlo”. Y, tal y como se había dicho, empezó a imaginar. Se
visualizó en una de sus películas favoritas, luchando contra los malos y
viviendo en aquel castillo encantado. Pasaron las semanas y sus historias
avanzaban. Ya había terminado la primera y empezó a pensar en una en la que
estaba en la selva Amazónica; luchaba contra las personas que pretendían
destruirla. Se pasaba los días soñando despierta, se quedaba dormida por las
noches pensando en sus aventuras, le encantaban, eran su manera de desconectar.
Ya habían pasado varios meses y estaba en su habitación, soñando despierta,
cuando de repente vio un reflejo en su espejo. Era como la casa de la historia
en la que estaba pensando. Se acercó al espejo, veía la casa con muchísima
claridad, tanta que parecía hasta real. Casi sin pensarlo acercó la mano, y se
asustó, al ver que traspasaba el cristal. La sacó rápidamente, pero su
curiosidad pudo con ella y esta vez, en vez de meter la mano, metió la cabeza.
Estaba en el escenario de su aventura actual, en su serie favorita. Cruzó
totalmente el espejo y ahí se encontraba, enfrente de la casa con la que llevaba
varias semanas soñando. Decidió entrar, era exactamente igual que la que
imaginaba; además, las personas que había en ella la recibieron muy contentos.
Estaban celebrando mi cumpleaños, justo lo que estaba pensando. Era genial, estaba viviendo lo que llevaba
soñando durante varios días. Se adaptó muy bien a la historia, ocurría lo que a
ella le apetecía prácticamente. De repente, escuchó una voz muy lejana, era la
voz de su madre. Carolina cayó en la cuenta de que había pasado mucho tiempo
allí dentro, y su madre ya habría llegado a casa. Tenía que salir rápido de
allí. Se metió en el baño e imaginó una puerta hacia su casa real. La abrió,
entró, y apareció de nuevo en su habitación. Tenía miedo de no poder volver a
pasar a través del espejo. Pero, cuando se giró para mirarlo de nuevo, la casa
seguía estando allí, así que suspiró aliviada y bajó a recibir a su madre. Al
día siguiente, volvió a entrar, todo estaba igual a como lo había dejado el día
anterior. Así pasaron los días, entrando y saliendo del espejo. Nadie veía en
él lo que realmente reflejaba, un mundo creado por Carolina donde todo lo que
ella soñaba se hacía realidad. Aquel mundo era una vía de escape para ella,
allí se olvidaba de todo lo que pasara fuera: los exámenes, sus falsos amigos,
los problemas con sus padres… Pero unos meses más tarde, estando en el recreo
de su instituto, vio a una niña de su curso, sola y que parecía a punto de
llorar. Pensó: “En las historias que imagino seguramente me acercaría y le
preguntaría qué le pasa. Así que, ¿por qué no lo hago ahora?”. Se levantó, se
acercó a ella y le dijo:
-Hola, ¿Eres Cristina, verdad? Yo soy
Carolina.
Cristina le dijo:
-Sí, soy Cristina. Te he visto un par
de veces en el pasillo.
-Estoy en segundo, igual que tú, yo
también te he visto por eso. ¿Qué te pasa, por qué estás aquí sola?
Cristina decidió contarle la verdad:
-Es que mis amigos están en otras
clases y no cuentan para casi nada conmigo.
-¿En serio? A mí también me pasó eso
el trimestre pasado, pero me dije a mí misma que, si ellos no querían nada de
mí, pues yo de ellos tampoco.
-¿Pero no te sientes sola sin amigos?
-No, porque decidí que si no podía tener la vida que
quería, al menos podría imaginarla. Desde entonces sueño
despierta millones de aventuras.
Carolina se pasó todo el recreo
contándole a Cristina las historias que imaginaba, mientras la otra escuchaba
atenta.
A partir de aquel día empezaron a
pasar más tiempo juntas. Quedaban muchas tardes, se quedaban en casa de la
otra… Poco a poco Carolina dejó de imaginar aventuras y de entrar al espejo a
vivirlas, porque le bastaban las aventuras que le ocurrían continuamente junto
a Cristina. Así que una noche de mayo el espejó se cerró, impidiendo volver a
pasar a través de él, porque su única misión había sido hacer feliz a Carolina
y de eso ya se encargaba Cristina.
La habitación
Lorena Díaz Gallego (2º ESO D)
Desperté en una habitación cerrada
que no me sonaba de nada, no era mía ni la de la casa de algún familiar o
amigo. No sabía dónde estaba. En esta habitación solo había una cama, y varios
objetos tirados por el suelo. La puerta tenía una cerradura que no conseguía
abrir. Traté de llamar a alguien, pero mi móvil estaba apagado. Así que intenté
abrir la puerta con las cosas que había en la habitación. La intenté abrir con
un bolígrafo, un destornillador y otros objetos, pero, como no se abría, con la
desesperación di golpes a la puerta e intenté pedir ayuda a gritos. Nada
funcionaba…
Ya no sé cuánto tiempo llevo aquí. Lo
único que quiero es salir de este lugar. He movido la cama y debajo de ella hay
unas llaves con las que intentaré abrir la puerta.
Ya la he abierto por fin, pero he
encontrado una habitación exactamente igual a esta.
El amor de una madre
María Fernández Benítez (3º ESO A)
Alex está sentado, apoyado en la pared abrazándose las
rodillas, con una caja de Valium medio vacía en una mano y la carta que acababa
de llegar en la otra. Nota el sudor frío caer por su espalda y frente.
Hiperventila y le tiembla todo el cuerpo.
Tiene esa sensación −que casi había olvidado con el
paso del tiempo− de que todo a su alrededor es irreal, que en cualquier momento
las paredes de su cuarto, los coches que se oyen pasar en la lejanía, los
vecinos de arriba con sus hijos, todo, iba a desaparecer y él se quedaría solo
en un vacío. ¿Por qué tenía que reaccionar así?
Intenta respirar hondo. Piensa en la carta y en el
porqué de la reacción que le produce.
Recuerda la presencia que muchas veces le hacía pensar
que todo era culpa suya, y que muchas veces dejaba moratones en sus brazos y
espalda. Aún le cuesta creer que esa
persona fuera su madre.
Rememorar su vida es como intentar recordar una
película vista hace mucho tiempo.
--------------------------------------------------
El Alex de 13 años era un Alex que odiaba volver a
casa. Sabía que esta se encontraría vacía o con su madre, y más de media docena
de latas de cerveza desperdigadas por el suelo.
También era un Alex al que le daba repulsión ir cada
día al instituto porque tenía que ir siempre con mangas largas para que no se
notaran las marcas de cinturón en sus antebrazos.
Le daba miedo la idea de escaparse de casa, pero más
miedo le producía el pensamiento de quedarse en esa casa para siempre.
--------------------------------------------------
Tiene 15 años y se encuentra en un autobús. Sostiene
una mochila roja sobre el regazo. A su lado, un anciano con una bolsa de
naranjas a sus pies.
Eran los dos únicos pasajeros en la línea de autobús
de Letherhead a Stockbridge a medianoche. Llevaba consigo un poco de dinero, un
reproductor de casete viejo y una navaja.
Empezaba a arrepentirse y ni siquiera había salido de
la provincia. Su madre le encontraría fuera adonde fuera.
Intenta relajarse y dormir; va a ser un viaje muy
largo.
--------------------------------------------------
Con 17 años podía decir que le iba bien. No había
tenido noticias de su madre desde que se fue de casa y casi no tenía
pesadillas. Cuando tenía ataques de ansiedad, los controlaba con sus pastillas.
Vivía solo en un apartamento de un dormitorio y
paredes ennegrecidas por el moho −es para lo que le daba la paga de camarero
menor de edad−, pero podría decir que era feliz.
Tras su huida de casa, estuvo varios meses corriendo
de un lugar a otro. Más tarde, al cumplir los 16 se prometió que no volvería a
huir de su madre.
--------------------------------------------------
Y ahí estaba, tres años después, pensando que ese
bienestar había sido pasajero y sin sentido.
Al final, puede que su madre hubiera tenido razón
durante todo ese tiempo. Quizás él no merecía nada bueno.
Solo pensar en ello le hacía temblar más.
“Nunca sabré si es verdad”, piensa mientras vacía la
caja de pastillas en su boca.
Relaja los músculos y suelta la carta que le había
escrito su madre. Se prometió que no huiría más, pero no todas las promesas se
cumplen.
Echa la cabeza hacia atrás esperando a que todo se
acabe por fin.
Mi
mejor amigo y yo
Alejandra Requena Ramírez
(3º ESO)
−Hasta siempre amigo mío…
# Because I'm happy
Clap along if you feel like
happiness is the truth
Because I'm happy
Clap along if you know what
happiness is to you
Because I'm happy
Clap along if you feel like
that's what you wanna do #
La música resonaba por toda
la habitación y nosotros no podíamos parar de bailar, aunque los vecinos no
debían de estar muy contentos. Nos lo estábamos pasando como nunca, pero en ese
momento apareció Matías:
−Venga Lucas, es la hora de
comer, ve a lavarte las manos.
Lucas es mi mejor amigo.
Nos divertimos mucho juntos, nos encanta gastarles bromas a los hermanos de
Lucas, hacer tonterías y trastadas y, por supuesto, bailar. Cada momento que
nos divertimos juntos me embarga una felicidad difícil de expresar con palabras,
solo sé que me hace sentir completo, lleno y más real que nunca.
Últimamente vamos a visitar
a una mujer que desde el primer día que la conocimos no para de hacerle
preguntas a Lucas y escribirlo todo en un cuaderno, me pregunto para qué será.
Sus preguntas son un poco extrañas, como si se relaciona bien con otros niños y
si tiene amigos… Una vez incluso le enseñó una mancha y le preguntó qué veía.
Diría que es simpática, excepto por el habitual hecho de que ignore mi
presencia. A veces me siento un poco mal porque todo el mundo se dirige a Lucas
mientras que a mí no me hacen caso y a veces pareciera que ni siquiera saben
que existo, a pesar de que siempre estoy justo al lado de mi amigo; pero,
cuando nos ponemos a jugar otra vez, se me pasa.
Los días pasan sin ninguna
novedad, las semanas, los meses y finalmente los años. Es todo bastante
corriente y mi amigo y yo seguimos igual de unidos.
Hoy es el cumpleaños de
Lucas, cumple 13 años y estoy especialmente feliz, pero me siento raro, como
muy… volátil, como si una ráfaga de viento pudiera arrastrarme. ¿Qué me estará
pasando?
Esta sensación de malestar
perdura, llevo así varios meses. Estoy triste porque Lucas está ocupado y ya
apenas pasamos buenos ratos juntos. Tengo una teoría que relaciona nuestra
desconexión con mi estado de ánimo y físico.
Conforme van pasando los
días, empeoro. He llegado a pensar que me estaba muriendo, desapareciendo poco
a poco. Lucas ahora tiene novia y más amigos, y me alegro por él, pero no
soporto seguir distanciado de él.
El peor episodio que he
tenido ocurrió mientras estaba comiendo. Le pregunté si después podíamos bailar
nuestra canción favorita, como en los viejos tiempos, pero Lucas simplemente…
no me escuchó. Para mí aquello fue absolutamente nefasto. Fue como cada vez que
me encontraba con sus padres, con sus hermanos, con la gente por la calle: no
me vio ni me escuchó.
A partir de ahí la
situación sólo empeoró. Cada minuto que pasaba me sentía más ligero, etéreo,
evaporable.
Este era realmente mi fin.
Comencé a desintegrarme.
Vinieron recuerdos a mi cabeza, evocando todo lo que Lucas y yo habíamos
vivido, soñado, disfrutado juntos. Hasta que la última imaginaria partícula de
mi imaginario ser abandonó el Universo, ya que la mente que me mantenía vivo ya
no pensaba en mí.
2
Mónica Montaner Gañán (3º
ESO)
Hola, soy “Número 2”, o por lo menos, así me llaman. Vivo en una pequeña
jaula, dentro de un cuarto muy oscuro, que cada día se me hace más incómoda:
tengo un cuenco donde, cada seis horas, me cambian la comida, y un bote lleno
de agua que me alcanza para, prácticamente, todo el día. Duermo encima de un
montón de paja seca con bichos, no es muy agradable. Lo bueno es que tengo
varios compañeros: al lado de mi jaula tengo a “Número 3” y, en la jauda de
arriba, a “Número 11”. Antes estaba también “Número 1”, pero un día un ser
extraño con pelo y cristales redondos en los ojos se lo llevó a otro lugar.
Nunca lo volvimos a ver. Mis compañeros dicen que se lo llevaron a un lugar muy
divertido, y por eso, no quiere volver. En fin, mi día a día se basa en comer,
beber, dormir y observar. Soy un gran observador. Me entero de todo lo que
sucede a mi alrededor gracias a mi gran visión nocturna y a mis grandes orejas.
Un día, mientras comía mi ración de la mañana, El Ser entró en la habitación,
se acercó a mí y anotó algunas cosas en su libreta. Luego abrió mi jaula y, sin
siquiera saludar, me agarró y me llevó fuera de la habitación. Al principio me
asusté, pero luego comprendí que por fin iba a volver a ver a “Número 1”. Me
emocioné mucho. Tanto tiempo sin verle y tantas cosas que él iba a contarme. «Seguro que me enseñará todas las cosas chulas que tiene» pensé. Al llegar a la sala me decepcioné bastante. No era como me la
imaginaba: en vez de tener luces de colores, había unas bombillas colgando de
cables pelados que no alumbraban nada. No había camas, en su lugar había una
especie de camillas con cuerdas y manchas. Y, para colmo, el suelo estaba súper
sucio y con trozos de cristal por todos lados. «Voy a tener que ir con
cuidado al saltar». El Ser me colocó en una nueva jaula, mucho más grande que la anterior,
y me inyectó una sustancia espesa que sacó de un armario muy viejo. No era una
sensación agradable sentir cómo algo malo te recorre por dentro. Me convencí a
mí mismo de que eso era para que disfrutara mejor de la diversión que vendría
después, aunque por dentro sabía que algo no andaba bien.
Me desperté tres días después. La inyección no me sentó muy bien. Y,
¡vaya!, en mi pata delantera derecha tenía un bulto raro parecido a los demás
dedos. No le di importancia hasta que, al despejarme completamente, comenzó a
dolerme. Al principio era una simple molestia pero, a medida que pasaba el
tiempo, el dolor era cada vez más fuerte. Al final de la jornada, caí rendido
por el cansancio provocado por mi nuevo “dedo”. En los días siguientes el dedo
fue creciendo y desarrolló una uña como las demás, aunque mucho más fea. En ese
periodo El Ser apareció por la habitación unas dos o tres veces. Me miraba,
apuntaba cosas en su libreta y se iba. Me empezaron a salir manchas negras por
todo el cuerpo donde, al cabo de unas horas, no quedaba ni un pelo. Cabe decir
que El dedo era casi igual de grande que mi pata. Y no fue hasta dos días
después que me di cuenta de lo que en realidad estaba pasando.
Desperté en una camilla, atado de manos y piernas, con un foco dándome directamente en la cara y muchos Seres hablando y murmurando entre ellos. De repente todos se callaron y El Ser se puso delante de mí. Sacó unas pinzas puntiagudas y exhibió mi bulto como si fuera un trofeo. La sensación de las pinzas clavándose en mi piel erizó hasta la última fibra de mi ser. Acto seguido sacó un trozo de metal afilado con el que me hizo un corte en la pata mutada. Me quedé sin aliento al ver que el líquido que salía de mi cuerpo no era rojo, era amarillo muy brillante. No sé por qué los demás Seres aplaudieron la escena. A cada corte que hacía El Ser yo me iba desvaneciendo poco a poco. Ahí fue cuando supe que no había ningún “lugar ideal” donde éramos libres y saltábamos. Y tuve que darme cuenta momentos antes de perecer, después de todo lo que sufrí creyendo ilusamente que iba a acabar bien… Pero es verdad que sí que llevaba razón en algo: iba a volver a ver a “Número 1".
AMOR SIN FRONTERAS
Lucía Santos García (4º ESO)
Amanecía,
como era habitual, a las 07:23 y entraban, por los agujeritos de la persiana,
rayos de luz que terminaban en su cara.
Su cara
era pálida y blanca, así que no le molestaba en exceso un poco de color sobre
su rostro. Estaban las sábanas revueltas y ella enroscada dentro, por lo que
tenía que realizar muchos movimientos para poder desprenderse de ellas y
comenzar el día.
Siempre
se quedaba sentada en la cama unos minutos, mirando a la nada y pensando en
quién sabe qué, hasta que el sueño la abandonaba y podía ponerse en pie. Pero
ese día fue distinto. Debía apresurarse si no quería llegar tarde, ya que era
un gran día para ella.
Entró
rápido en la ducha, ya que siempre le ha gustado hacerlo por las mañanas;
podría decirse que es el último empujón que le faltaba para arrancar con las
pilas cargadas.
Se
vistió a toda prisa mientras dejaba que el café se le enfriara un poco para
bebérselo de un solo trago y no quemarse la lengua.
Estaba
nerviosa, como era evidente, pero transmitía una paz y serenidad que hacían que
pareciera que nada malo podía ocurrir a su lado.
Se
aproximó a la puerta de casa, después de calzarse y enfundarse en sus zapatos
rojos que tanto le gustaban, y soltó una gran bocanada de aire al girar la
llave en la cerradura.
Hoy era
un día importante. Por primera vez después de diez meses iba a reunirse con la
persona que, a través de la pantalla de su ordenador, se había convertido en el
amor de su vida. Sí, era un día importante.
Esa
persona con la que había compartido casi el último el año pero que aún no había
podido abrazar, ni siquiera cogerse de la mano como hacen las parejas. Eso
todavía la tecnología no es capaz de hacerlo, pensó. No, la suya no era una
relación normal, los kilómetros de distancia que los separaban no lo habían
hecho posible.
Mientras
bajaba en el ascensor se retocaba el carmín de los labios. Había elegido el
color rojo, él le había dicho que resaltaba con el blanco de sus dientes
perfectos. Hoy se sentía especialmente bonita, especialmente feliz, el corazón
iba deprisa y en el estómago parecía haber un batiburrillo de mariposas
revoloteando. Era una sensación que hacía mucho no experimentaba y la sonrisa,
que se había colocado de forma permanente en su cara, dejaba ver esos hoyuelos
en sus mejillas que él le había dicho, en sus largas charlas de ordenador, le
encantaban.
Habían
quedado en que ella lo recogería en la estación de tren. Salió temprano, no
quería que nada que le impidiera llegar a tiempo. Además, le apetecía caminar
hasta la estación, no quedaba demasiado lejos de casa y él no llegaría hasta
las 11:35; pensó que caminar cruzando el parque la tranquilizaría, respirar el
olor del azahar floreciendo en los naranjos siempre la volvía a la calma. La
primavera era su estación favorita, la mañana era soleada, siempre era
agradable cruzar el parque a esa hora de la mañana cuando todavía no estaba muy
concurrido y se podía escuchar el canto de los pájaros.
Según se
acercaba a la estación su corazón se disparaba. ¿Y si al verlo no era como
esperaba? La mente jugaba con ella…
Por fin
el reloj de la estación marcaba las 11:35 y el tren entraba. La gente comenzaba
a agruparse, ella se quedó más alejada, los pasajeros bajaban de los vagones y allí,
en medio de toda la vorágine, apareció él, tan guapo como en las videollamadas,
tan real…
Él se quedó mirándola, embelesado, hasta que un empujón lo devolvió a la realidad. Por fin estaba allí, corrió hacia ella y se fundieron en ese abrazo tan esperado y amoroso.
ACTA DE VALORACIÓN DEL JURADO
Tras la valoración del jurado del XIV Certamen Literario de Relatos breves “Hipatia” y habiéndose reunido el Equipo de Biblioteca el 25 de mayo de 2022, se ha resuelto otorgar los siguientes premios:
CATEGORÍA 1: 1º y 2º ESO
1eros premios ex aequo
Relato: Soñar
Autora: Alicia Zabala
Ramírez
Nivel y grupo: 1º ESO D
Relato: Un caso sin cerrar
Autor: Miguel Espinosa Duque
Nivel y grupo: 2º ESO D
2º premio
Relato: El mundo a través del espejo
Autor: Julia Navarro García
Nivel y grupo: 2º ESO A
3er premio
Relato: La habitación
Autora: Lorena Díaz Gallego
Nivel y grupo: 2º ESO
D
CATEGORÍA 2: 3º
y 4º
ESO
1er premio
Relato: El amor de una madre
Autora: María Fernández Benítez
Nivel
y grupo: 3º ESO A
2os premios
ex
aequo
Relato: Mi amigo
y yo
Autora: Alejandra
Requena Ramírez
Nivel y grupo: 3º ESO C
Relato: 2
Autora: Mónica Montaner Gañán
Nivel y grupo: 3º ESO C
3er premio
Relato: Amor sin fronteras
Autora: Lucía Santos García
Nivel y grupo: 4º ESO
B
CATEGORÍA 3: 1º y 2º Bachillerato
Los premios en esta categoría
han
quedado desiertos.
Mairena del Aljarafe, 26 de mayo
de
2022.
No hay comentarios:
Publicar un comentario